Refrescante comedia de enredo que abandona la escatología- más verbal que visual, todo sea dicho- de la corriente Apatow para abrazar un humor de corte más clásico, casi blanco en ciertos momentos, lo cual, dada la temática predominante, no debe de haber resultado nada fácil al guionista.
A pesar del conservador mensaje que se nos revela en todo su esplendor al, no por esperado menos diabético, desenlace, la cinta se encuentra salpicada de una sucesión de punzantes diálogos e hilarantes gags que poco tienen que ver con dicho demarraje final familiar, burgués y bienintencionado.
Steve Carrell es feliz sin salir de su traje de casi virgen a los 40, por más que Ryan Gosling se empeñe en entallárselo. Este último compone un cínico cazador nocturno tan inspirador durante tres cuartos del metraje que su degeneración en acaramelado novio formal final resulta una dolorosísima pérdida, no sólo para la película, sino también, y sobretodo, para el género masculino- siempre nos quedará Don Draper-. Julianne Moore cubre el expediente, Emma Stone pone morritos y se ríe con esa ronquera deliciosa suya y una Marisa Tomei sobreactuadísima devora la pantalla y a sus partenaires cada vez que aparece en plano.