Interesante bipoic a cargo de un Tim Burton previo a su metamorfósis en franquicia multicopista y manojo de tics cinematográficos. Lo mismo podría decirse de su protagonista y actor fetiche, un muy mesurado Johny Depp, todo sonrisas en la piel del "peor director de la historia", al que encarna con una dosis de amaneramiento inferior a la acostumbrada. Cosas de la edad, supongo.
Burton olvida por una cinta su autoimpuesta, innecesaria e irritante vitola de Lewis Carroll del séptimo arte. Demuestra ser un aplicado conocedor de los códigos clásicos en su homenaje a dos mundos tradicionalmente denostados sin cuya influencia, no obstante, el lenguaje cinematográfico moderno resultaría tan impensable como incomprensible: las películas de serie, no ya zeta, omega, y la -incipiente- televisión. La fotografía en blanco y negro siempre es un plus, hasta Sarah Jessica Parker parece menos... Sarah Jessica Parker.
Mención especial merece el excelente y oscarizado Bela Lugosi que compone el siniestro Martin Landau, decrépita metáfora de un tipo de cine ampliamente superado, casi muerto y enterrado, cuya supervivencia sólo es posible gracias a la porfía de locos felices como Ed Wood.
A modo de reflexión final, me pregunto qué destino hubiera corrido el malogrado Wood de haber trabajado en nuestros tiempos del lobby tarantiniano. Sospecho que muy diferente.