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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
9
Drama Abril de 1943, en plena Segunda Guerra Mundial. Fontaine, un joven de 27 años miembro de la Resistencia francesa, que lucha contra la ocupación nazi, es arrestado por la Gestapo para ser interrogado. Fontaine sospecha que va a ser ejecutado y empieza a planear su fuga. (FILMAFFINITY)
8 de mayo de 2018
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno escribe sobre cine, bien por hobby —como es mi caso—, bien profesionalmente —como hubiera sido mi deseo—, encuentra un placer enfermizo, diríase adolescente —con todas las implicaciones que se quieran—, en despellejar bodrios, más si sus perpetradores los tienen por obras maestras. Pero donde radica de verdad el sentido de tan sospechoso pasatiempo es en la disección de filmes de la talla, primorosa, de “Un condamné à mort s´est échappé (ou Le vent souffle òu il veut)”.
Bresson eleva un motivo de corte más bien moral, tal que el de la austeridad —llevada aquí hasta los límites del despojamiento—, a categoría artística sublime. No hay en sus encuadres, de hermosísima raigambre dreyeriana, sino los elementos estrictamente necesarios. Incluso me atrevería a decir que ni siquiera esos. Un primer plano sobre el fondo diáfano de una pared blanca. La iluminación justa para delinear una sombra que sirva de contrapunto a esos rostros enjutos, como de místicos castellanos o santos de Zurbarán, que pueblan sus imágenes. Es todo. E insisto: le sobra para apabullarnos.
La doliente belleza de sus ascetas no supone un ejercicio de mero esteticismo. Al contrario, “Un condamné à mort...” nunca olvida su condición de película de género. De hecho, probablemente se trate de la cinta fundacional, o una de las primeras —hablo de memoria—, del suyo. De lo que no cabe duda es que se cuenta entre las mejores de su especie. Porque logra la cuadratura del círculo haciendo de la inacción —un mes para desarmar (muy parcialmente) los tablones de una puerta— algo trepidante, a diferencia de cualquier pseudo-director actual, que hubiera conseguido lo contrario: tornar la acción en rutina por vía de exceso o la acumulación. Un manejo magistral del “tempo” cinematográfico —concepto hoy prácticamente extinto merced a las malas artes de tanto usurpador venido del mundo del videoclip— permite a Bresson crear un suspense de alto voltaje, un “crescendo” indesmayable y sin aspavientos que se resuelve con la desarmante naturalidad que impregna la película.
El sonido alberga asimismo una honda carga expresiva. Los bufidos del tren, las campanas y, especialmente, el tableteo de los fusilamientos se escuchan con la reiteración de un carillón terrible, anuncio de la inminencia e ineluctabilidad casi burocrática de la muerte. El “Kyrie” de Mozart refuerza dicha sensación, al tiempo que subraya el mencionado, espartano clasicismo por el que aboga Bresson.
En fin, cada fotograma de “Un condamné à mort...” constituye un recordatorio inapelable de que el talento poco entiende de fanfarrias técnicas y presupuestarias. Ni falta que le hacen a esta pequeña, enorme joya.
Carorpar
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