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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Western William Bonney, alias "Billy el Niño", fue un famoso y escurridizo pistolero. No se había visto nunca en el lejano Oeste a alguien como el problemático adolescente que escribió su nombre con sangre en los anales de la historia. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Extrañísimo western. Tanto que más parece una tragedia shakespeareana, casi lorquiana, ubicada en Nuevo México. No en vano adapta una obra de Gore Vidal, uno de esos escritores embelesados con la musicalidad de su propia prosa y poco dados a empatizar con cualquier lector que no sea la Academia Sueca.
Las correrías del pistolero Billy el Niño y su banda son narradas aquí con un discurso arrítmico y bastante deshilvanado. La dejadez que Arthur Penn dedica a las correlaciones tanto lógicas como temporales podría interpretarse- quiero creer- como un remedo del errático funcionamiento de la atormentada mente del foragido. La introducción de ciertos elementos un tanto surrealistas y teatralizantes, y la interpretación, excesiva como siempre, que Paul Newman hace del personaje, incrementan el desconcierto del espectador ante una cinta que parece tener como propósito prioritario pasar a la Gran Historia del Cine por la vía rápida de la transgresión. Cuatro años antes la icónica "Johnny Guitar" lo había hecho. La gran, enorme, diferencia entre ambas radica en que aquélla gozaba de una sensibilidad y falta de pretensiones de las que adolece ésta. De "Johnny Guitar" dimana un subgénero nuevo, el mal llamado "western psicológico". "El zurdo" alumbraría, si acaso, el "western psicopático". Y es que el tumefacto ego interpretativo de Paul Newman se encuentra en esta película con la horma de su zapato, no otra que el ego autoral de Arthur Penn.
No obstante lo dicho hasta el momento, "El zurdo" atesora elementos de gran valor que hacen de ella una obra interesante. En concreto el lenguaje fílmico que emplea, ciertamente innovador. La excelente fotografía en blanco y negro corre a cargo de J. Peverell Marley, quien recurre con frecuencia al desenfocado y puntualmente a la cámara lenta con finalidad expresiva tan audaz como acertada.
Western, en fin, más propio de un museo de arte moderno que de una sala de cine. En cuanto a la bondad, o no, de dicha aseveración, ahí ya no me atrevo a entrar.
Carorpar
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