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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Thriller. Drama Verano de 1978. Ignacio Cañas (Marcos Ruiz) es un estudiante de 17 años introvertido y algo inadaptado que vive en Girona. Al conocer al Zarco (Chechu Salgado) y a Tere (Begoña Vargas), dos jóvenes delincuentes del barrio chino de la ciudad, se ve inmerso en una carrera imparable de hurtos, robos y atracos. Es la historia en la que Nacho se hace mayor, cruzando la línea que hay entre el bien y el mal, entre la justicia y la ... [+]
6 de diciembre de 2021
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El conocido como cine quinqui constituye un ejemplo palmario de ese cine nuestro que pudo ser y no fue, debido principalmente a la propia evolución —a mejor— de la sociedad española, pero también a una Ley Miró que de un tiempo a esta parte ha venido condicionando —a mi juicio, negativamente— el audiovisual patrio. Daniel Monzón adapta el texto de Javier Cercas para rendir el homenaje que merecía aquella sabrosísima traducción de los códigos del “polar” al lumpen de la Transición y apenas objeto de un par de tímidas reivindicaciones previas, caso de “Volando voy” (2006), o la muy recomendable “Sesión salvaje” (2019).
De entrada, “Las leyes de la frontera” cuenta con un título precioso que parece remitir a las desopilantes coproducciones del oeste rodadas en Almería y que, junto al cine quinqui y a las cintas de terror, igualmente pasadas de rosca, de Paul Naschy y Jess Franco aquilataran aquel abortado embrión de industria. A la película de Monzón quizá quepa reprocharle ciertas líneas de diálogo discursivas en exceso —nada extraño, partiendo de una novela de casi cuatrocientas páginas— y que el barrio chino de Gerona, así como las chabolas del otro lado de La Devesa, parecen haber sido reconstruidos con descartes de IKEA. En efecto, le falta a “Las leyes de la frontera” el componente de cutrez, caspa y pana resobada tan propio de la época. Tampoco la caracterización de los personajes se antoja particularmente verosímil, de tan guapos y recién duchados que se ven todos. Supongo que ello se debe a la hipersensibilidad del espectador de hogaño, incapaz de procesar la fealdad de antaño sin verse atacado por una especie de síndrome de Stendhal inverso.
Con todo, la película goza del encanto intrínseco a toda historia iniciática, las escenas de acción están rodadas con pericia reseñable —en especial esas persecuciones en Seat 124— y la banda sonora, a cargo de los Derby Motoreta´s Burrito Cachimba y salpicada de un puñado de temazos de Las Grecas, El Pelos o Los Canarios, es un auténtico pepino.
Carorpar
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