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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Romance. Drama Isabelle y Magali son dos amigas que viven en un valle de la Provenza. Isabelle se ha empeñado en casar a Magali, que está viuda y se ha quedado sola tras la marcha de sus hijos, razón por la cual recurre a los anuncios por palabras. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2020
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Un eternamente joven Éric Rohmer —contaba a la sazón 78 añitos de nada— nos regala una hermosa comedia romántica protagonizada, contra lo que suele ser de uso —en el género y en el cine mismo de Rohmer—, por unos personajes en el otoño de sus vidas; de ahí que el título de la película resulte especialmente pertinente.
En efecto, el veteranísimo cineasta sustituye a las ninfas en bikini —afición que le viene costando no pocos venablos de parte de ciertos individuos aquejados de una pulsión moralizadora rayana en lo victoriano— por un par de estupendas señoras de mediana edad que, además, se comportan como tales, y no como los perennes post-adolescentes promovidos por el cretinismo de nuestros días. No se me ocurre “motto” más imbécil que ese de “los X son los nuevos Y”. Los cuarenta los nuevos treinta, los cincuenta los nuevos cuarenta y un largo y vergonzante etcétera. Ya puestos, ¿por qué no los noventa los nuevos quince? Las constantes referencias al saber envejecer, vía metáfora vitivinícola, o bien directamente y sin paños calientes, parecen una denuncia “avant la lettre” de tales ocurrencias nefastas, obra, supongo, del Mr. Wonderful de guardia.
Salvo en dicho aspecto, “Cuento de otoño” constituye un corolario ilustrativo del peculiar “dasein” rohmeriano, y que se me perdone el atrevimiento léxico. O sea: sencillez naturalista en un entorno idílico. Me pregunto si en la Provenza saben lo que es el stress; seguramente sí, pero sólo de oídas, y se reirán de quien lo padezca, pobres parisinos amargados. Aunque la trama se antoja algo inverosímil, la fluidez casi zen —y diría que sin el casi— con que ésta se desarrolla invita a obviar los imposibles no ya lógicos, sino hasta existenciales, así como el puñado de excesos retóricos que salpican los diálogos, eso sí, enunciados siempre con encantadora frescura. En suma, ver cualquier película de Rohmer resulta más relajante que un bocadillo de váliums, y “Cuento de otoño” no iba a ser una excepción.
Carorpar
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