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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Intriga. Thriller. Drama En su apartamento de urbanización prototipo de Los Angeles, Sam (Andrew Garfield) anda por la vida muerto de aburrimiento. Ningún aliciente hasta ese día en que descubre a una nueva vecina sexy, deslumbrante, inquietante, misteriosa y, de repente, desaparecida. Y aún hay mayores rarezas esperando a Sam, porque por el barrio anda suelto un asesino de perros...
20 de enero de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La feroz cópula a tres bandas entre los hermanos Coen y Alfred Hitchcock, alcahueteada por un James Ellroy que en lugar de a la novela negra se hubiese consagrado al bloguerismo, salpimentada —por si supiese a poco— de más referencias pop que una tienda de cómics y con David Robert Mitchell —responsable de la brillante “It Follows” (ídem, 2014)— a los mandos da como resultado, no podía ser de otro modo, una bizarrada gloriosa.
Mezcla, en efecto, de “Rear Window” (La ventana indiscreta, 1954), “Vertigo” (Vértigo. De entre los muertos, 1958) —incluso el “score”, a cargo de Rick Vreeland, remite en ocasiones a las inolvidables composiciones de Bernard Herrmann— y “The Big Lebowski” (El gran Lebowski, 1998), la firma de David Robert Mitchell, cineasta que rebosa estilo, no queda diluida en absoluto, conformando un film de extraño atractivo, surrealista y tronado, que me atrevería a catalogar de "noir millennial". Muestra de lo último, concisa pero ilustrativa, es que el voyeur que en “Rear Window” se servía de unos prismáticos y del teleobjetivo de su cámara fotográfica para espiar a sus vecinos, recurre aquí —en compañía de su colega de canutos— a un dron comprado en Amazon. Es más, si aquél estaba de baja por un accidente laboral, éste es sencillamente un gandul sin oficio ni beneficio.
A ese respecto, Andrew Garfield compone un personaje de parentesco muy cercano — diríase hijo putativo— con el inolvidable “The Dude” —vertido al español como “El Nota”— que encarnara Jeff Bridges en la mencionada cinta de los Coen. El protagonista de “Under the Siver Lake” constituye un retrato bastante ajustado, ni mucho menos la caricatura a que parece invitar la psicotrópica historia, de toda una generación: (post) adolescentes de treinta y tantos, hedonistas y alérgicos a cualquier atisbo de responsabilidad. Semejante inútil deberá desentrañar la conspiración más delirante vista en años para encontrar a la mujer de sus sueños (lúbricos). De paso se pondrá pedo y echará tantos polvos como le sea posible —en rigor, lo intentará con la escasa constancia también inherente a sus coetáneos— o, en su defecto, se estrujará el salami con el ahínco que le falta al resto de facetas de su vida.
Hiperbólica hasta en su metraje, para el debate de sus seguidores queda la pertinencia de lo cual, así como la de un ritmo acelerado, próximo al descarrilamiento, por los que ha optado David Robert Mitchell en su tercer y alucinado largometraje. Personalmente, me quedo con la concisión y la cadencia calma, casi morosa, que imprimió a “It Follows”, pero creo encomiable la valentía del director para no apoltronarse en aquello que le ha reportado el éxito, atreviéndose a explorar nuevas vías creativas.
Carorpar
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