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Voto de Gilgamesh:
3
Cine negro En los Ángeles de 1949, el gángster “Mickey” Cohen (Sean Penn), nacido en Brooklyn, es el implacable jefe de la mafia; dirige la ciudad a su antojo y todo pasa por él: armas, drogas, prostitutas y cualquier objeto robado. Su clan le protege y le venera, lo consideran su líder. Sus influencias llegan incluso al departamento de policía y algún que otro miembro de la política local. Pero un equipo especial de LAPD, liderado por los ... [+]
18 de junio de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si quieren ver películas con criminales de verdad, con polis de verdad y un realismo escalofriante, mejor prueben con el fascinante film brasileño “Tropa de élite” y su reciente secuela. Dicho esto, “Gangster Squad” no pasa de ser un fallido intento de retomar viejos clichés del cine policíaco en la línea de la muy superior “Los intocables de Eliot Ness”, de Brian de Palma, o la infinitamente mejor “L. A. Confidential”, de Curtis Hanson. Es una lástima que un reparto a priori tan espectacular naufrague con un film tan mediocre. Basado en hechos reales reproducidos en muchas películas (Aparte de las dos mencionadas, merece destacarse la irregular “La brigada del sombrero”, de Lee Tamahori, también con Nick Nolte en el reparto principal), “Gangster Squad” ofrece una cuidada ambientación, que recrea con acierto (mérito del diseñador de producción Maher Ahmad) la atmósfera convulsa del Los Ángeles de finales de los 40, en el que convivían el lujo y el glamour del Hollywood dorado con el crimen y la corrupción generalizada, amalgamados por la enorme prosperidad económica de los EE UU de posguerra.

Sin embargo el guion es flojo, ramplón y, por si fuera poco, repleto de matices racistas y fascistoides. Ejemplos: cuando el jefe de policía interpretado por Nolte afirma que “sus antepasados conquistaron Los Ángeles a indios salvajes y bandidos mejicanos” (como si la brutal agresión yanqui de 1847 contra el Estado soberano de México tras la cual les arrebataron todo el norte de su país desde California a Tejas, hubiera sido una especie de safari); o la presentación del personaje mejicano de Michael Peña como evidente ciudadano de segunda (tutelado por el paternal y bigotudo sheriff encarnado por Robert Patrick, rubicundo “hombre de frontera, blanco, anglosajón y protestante”, y por tanto “superior” en todos los aspectos a su protegido), que ni siquiera sabe beber “como un hombre”, lo que provoca la hilaridad del grupo.

En el equipo, que parece sacado de los viejos comics del Sargento Furia, por su hipócrita intento de mostrar el “arco iris” racial de la sociedad yanqui unido por un objetivo común, también figura un poli negro cuando en la realidad un negro trabajando en igualdad de condiciones y encima sacudiendo a blancos en el Los Ángeles de 1949 no es que sea poco creíble, es que entra de lleno en el campo de la ciencia ficción. En ese sentido también destaca la escena en que Josh Brolin, con su pelo engominado hacia atrás, su camisa parda y sus tirantes dice aquello de “La guerra me lo enseñó todo. Eso estuvo bien…” Sin duda, a Hitler se le hubieran humedecido los ojos. La guinda la pone el personaje de Sean Penn, del cual se recalca constantemente su origen judío con obvios fines peyorativos, además de llevar un maquillaje tan caricaturesco que parece inspirado directamente en “El judío Süss”, el brutal film de propaganda antisemita que era de obligada exhibición en los cines alemanes durante el Tercer Reich.

Además, debo decir que el sobrevalorado Ryan Gosling, por mucho que se ponga un pitillo en la boca y se baje el ala del sombrero, no da el pego como tipo duro al estilo de Cagney o Bogart ni de coña…
Gilgamesh
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