“Sexo en Nueva York” fue un hito en las series denominadas “para mujeres” entre 1998-2004. Durante seis temporadas millones de mujeres en todo el mundo seguían a Carrie y sus amigas en sus periplos neoyorquinos y en la búsqueda del príncipe azul que es, según la premisa de la serie, era lo que les faltaba a estas triunfadoras.

El final de la serie supuso el reencuentro y consecuente happy end de Carrie con su Mr. Big pero la gente quería más y así se decide trasladar la continuación de dicha historia a la gran pantalla con la primera de las dos películas realizadas que concluye con la boda deseada pero siempre dando la vuelta de tuerca.

El deseo de ganar más dinero (la primera parte fue una de las películas más taquilleras del año) y de ampliar la franquicia se traslado en una segunda parte que nos lleva a preguntarnos ¿era necesaria? No, porque de principio a fin no aporta nada nuevo a la historia (aunque presuma de tratar de los matrimonios o relaciones de las protagonistas). Pero Sarah Jessica Parker es la productora y busca además de nuevo seguir en el candelero el dinero que supone una franquicia iniciada y que sabe, positivamente, que va arrastrar a miles de féminas al cine.

El planteamiento es absurdo de principio a fin y verdaderamente hay escenas que hacen sonrojar a cualquiera. Es un insulto para los países árabes y para la “crítica social” que quieren hacer de dichas mujeres porque al final piensas que sí ellas pudieran ir al cine a ver la película decidirían quemar los Valentinos, Versace y Dior de las protagonistas (con ellas dentro).

Le falta el espíritu de Nueva York. Es mejor revisar todas las temporadas de la serie que perder el tiempo con esta.