La cosecha actual del cine español (exceptuando un par de honrosas excepciones) no llega ni al nivel de un vino de tetabrick de marca blanca de una gran superficie. Está película podríamos encuadrarla dentro de la categoría más barata de dicha sección.
Lo único destacable de la película es la parte culinaria. La búsqueda de un cocinero en convertirse en algo más que un simple cocinero y ser un gran cocinero, pero el resto del guión (y por tanto de la película) hace aguas por todos los lados.
La historia del trío es falsa, aburrida, sin sentido, irreal. La interpretación de los protagonistas es simple (exceptuando algunos momentos de Olivia Molina). Cuando no hay interpretación hay que refugiarse en desnudos baratos.
Las historias colaterales tampoco interesan y los secundarios dan la sensación de que están ahí porque hay que rellenar.
Se queda todo en un gazpacho mal hecho y que repite cómo cuándo ponemos exceso de ajo y, en este caso, produce empacho.
Para esto mejor ir a un buen restaurante a cenar y así, además de disfrutar de la vista disfruta uno de la textura y el paladar.