De entrada, habría que matizar algo sobre la sinopsis que acompaña la ficha de esta película El film describe en efecto el juicio que enfrentó a la profesora e historiadora norteamericana Deborah Lipstid y al negacionista John Ivirng en la Corte penal londinense a comienzos del presente siglo a propósito de la veracidad o no del Holocausto judío. Sin embargo, no es del todo correcto que Lipstid “se propusiera” derrotar a su contrincante sin necesidad de apelar a los supervivientes del genocidio nazi. De hecho, ella se mostraba dispuesta a subir al estrado a declarar junto con algunos de esos supervivientes, y fue su equipo de abogados quien la convenció para que no lo hiciera. La estrategia se le podía volver en contra si a Irving le daba por utilizar estos testimonios para hacerle picadillo frente a la opinión pública. Al menos eso es lo que se cuenta en la película

Y es que si algo viene a plantear un film como “Denial” es que cualquier verdad, por irrefutable que parezca, es susceptible de ser rebatida. Más allá de si el Holocausto existió realmente o no, a uno le recorre un escalofrío por la espalda si se pone a pensar en la cuestión de fondo, cuánto de verdad puede haber en las mentiras. Y viceversa. El litigio entre Irving y Lipstid se convirtió al final en un juicio moral acerca no sólo de la libertad de expresión sino también de la ética profesional. El primero llevó a juicio a la segunda acusándola de libelo por unas opiniones vertidas en su libro "Denying the Holocaust" Ese libro, las palabras de Lipstid, constituían su mejor prueba, de ahí que no hiciese falta su posterior declaración jurada ante el juez. Por su parte, luego Irving no se hizo cargo ni se responsabilizó de lo que había dicho. Tirar la piedra y esconder la mano. Es algo que se lleva mucho en los tiempos del twiter y que nos deberíamos hacer mirar.

“Denial” resulta ser una propuesta interesantísima por valores que van más allá de lo estrictamente cinematográfico; en realidad, éstos no pasan de discretos. Mick Jackson, el autor del clásico popular “El guardaespaldas”, dirige con corrección y no sólo política. Más que correcto, inmenso, está Tom Wilkinson en el papel de abogado defensor, aunque paradójicamente es el personaje con menos peso del trio protagonista. A su lado, Tim Spall que tuvo que adelgazar una barbaridad para dar vida al antipático Irving ,y Rachel Weistz, a la que le toca defender un personaje que quizá hubiese necesitado estar más trabajado en el guión.