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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
8
Drama. Bélico Narra tres historias vinculadas entre sí: en Washington, un congresista (Tom Cruise) concede una exclusiva a una periodista (Meryl Streep). Al mismo tiempo, un idealista profesor (Robert Redford) de una universidad de California trata de motivar a un alumno aventajado de su clase. Por otro lado, dos soldados americanos destinados en Afganistán, antiguos alumnos del profesor, resultan heridos en acción y quedan aislados mientras esperan ser rescatados. (FILMAFFINITY) [+]
3 de febrero de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que acudí en su día a ver esta película de Robert Redford a sabiendas de que se trataba ante todo de una película de tesis y después de haber oído y leído como muchos la tachaban de densa, esquemática y sumamente discursiva. No es para menos, me dije una vez vista. Leones por corderos es una obra en la que la palabra se erige como la gran y casi única protagonista. En unos tiempos en los que la dialéctica parece no estilarse y en los que la acción va arrinconando poco a poco a la reflexión, Redford sienta valientemente a dos personajes en una mesa, uno frente al otro, y los pone a dialogar y a debatir, les concede el enorme privilegio que para esta época supone poder argumentar y defender sus ideas. El bombardeo de ideas sustituye a otro tipo de bombardeos mucho más perversos. Las palabras, parafraseando al poeta, son armas cargadas de futuro; no son las armas de destrucción masiva que muchos buscaban bajo las arenas del desierto asiático, pero a fin de cuentas siguen siendo nuestra mejor munición. Sólo a través del diálogo y el entendimiento podremos construir algo. Lo demás sólo lleva al caos y a la destrucción.

Leones por corderos surge en un contexto histórico y sociológico muy determinado y sienta las bases de por dónde pueden ir los tiros – por dónde están yendo ya de hecho- del drama político en este siglo XXI. Pero más allá del análisis en clave USA, la cinta se presta a una lectura mucho más universal y profunda. El arrogante y antipático congresista sin escrúpulos que Tom Cruise interpreta con inusitado ardor guerrero metaforiza a la perfección los esfuerzos de una administración por presentarse ante la opinión pública, personificada en la figura de la periodista Meryl, con la mejor de sus sonrisas. Cruise deja patente en su exposición la fortaleza del engranaje del Imperio, pero también sus puntos flacos ( ¿ Nos quedaremos en Irak para siempre como los romanos? pregunta ingenuamente la Streep). En el otro lado de la balanza, el peso del desencanto del profesor Redford o de la propia Meryl que ven cómo ya nada es lo que era y que las viejas motivaciones que en su día les pusieron en pie de guerra- el fantasma de Vietnam vuelve a pasearse en distintas fases de la película- hoy en día no levantan a nadie.

Y las alternativas que le quedan al joven estudiante Luke no son mucho más halagüeñas. Con todo, los personajes tienen la suficiente fuerza para ser considerados como algo más que arquetipos locales. De este modo todos podemos sentirnos identificados, además esta es la guerra de siempre y es probable que también la acabemos perdiendo los de siempre. Habrá que seguir luchando para que nuestros balidos puedan oírse más que sus rugidos.
Juan Solo
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