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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
6
Drama Luis (Luis Bermejo), profesor de literatura en paro, trata de hacer realidad el último deseo de su hija Alicia (Lucía Pollán), una niña de 12 años enferma de cáncer terminal: tener el vestido oficial de la serie japonesa de dibujos animados "Mágical Girl Yukiko". El elevado precio del vestido llevará a Luis a intentar encontrar el dinero de forma desesperada cuando conoce a Bárbara (Bárbara Lennie), una atractiva joven casada que sufre ... [+]
24 de febrero de 2015
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Supongo que mentiría vilmente si afirmase que “Magical girl” no me ha impactado siquiera un poquitín. Como dice un buen amigo, la película me ha hecho pupita, si bien en todo caso se trata de una herida bastante superficial, de esas que tardan tres o cuatro días en cicatrizar y luego a otra cosa, mariposa. Me he tomado mi tiempo para hablar de ella pues dicen que esta es de esas películas que se quedan en tu cabeza dando vueltas horas y hasta días después del visionado, y van creciendo y creciendo. La espera ha sido en balde; la película no ha crecido en mi cabeza y de hecho ahora mismo guardo de ella un recuerdo más bien neutro.

Y es que “Magical girl” no va más allá de un ejercicio de estilo con detalles más o menos vistosos y un puñado de interesantes interpretaciones al servicio de unos personajes que quizá no merezcan tanta entrega. Como todo ejercicio de estilo tiene algo de inocuo, y como la mayoría de ellos bastante de pretencioso. Da la impresión de que la verdadera intención de su director no es tanto la de agitar la conciencia del espectador –al estilo Haneke- como la de epatarle y dejarle boquiabierto a través de juegos que se revelan tan perversos y retorcidos como en el fondo inoperantes.

Nada que objetar sin embargo al hecho de que Carlos Vermut sea un autor que ha venido aquí para quedarse. Su insólita carta de presentación, “Diamond Flesh”, estrenada exclusivamente en Internet, ya nos daba alguna pista al respecto. En su segunda película, Vermut depura su estilo pero a cambio sacrifica otras cosas por el camino. Gana en producción y medios, pero también en la artificiosidad de su propuesta.

Y luego está, claro, esa sobreexplotación gratuita y asfixiante, casi pornográfica del dolor ajeno, ineficaz en su desmesura. Esto no es “Amour” ni siquiera “Funny Games” donde incluso era posible apreciar ciertos filtros que ayudaban a mitigar tanto desasosiego. Me quedan por último sensaciones de que este Vermut podría convertirse en el relevo natural en nuestro cine de ese Almodóvar que ahora tanto le elogia. Claro que tal vez para ello debería renunciar en parte a esa sordidez que está caracterizando sus primeros pasos cinematográficos. Yo todavía no sé si lo de este hombre es de verdad o es impostura.
Juan Solo
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