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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
9
Drama Un autobús escolar se despeña montaña abajo y se hunde en un lago helado. En el accidente mueren todos los niños del pueblo. El abogado Mitchell Stevens se entrevista con los padres, reabre sus heridas del pasado y les propone llevar el caso a los tribunales. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No han pasado ni 24 horas desde que acabé de ver esta película y todavía sigo profundamente conmocionado, casi en estado de shock. El canadiense Atom Egoyam nos acerca al peor de los terrores posibles: el terror cotidiano, ese que surge detrás de noticias como la que desencadena la trama del film. “El dulce porvenir” es un cuento triste, melancólico, pero sobre todo narrado con una honestidad que resulta muy difícil de ver plasmada en una pantalla y que convierte a la cinta finalmente en una especie de proeza cinematográfica. A lo largo de su metraje, podemos sentir el dolor y la angustia que padecen los padres que acaban de perder a sus hijos en ese accidente, nos identificamos también con los supervivientes enfrentados a un futuro que no parece ser mucho más halagüeño. Ciertamente lo del “dulce porvenir” se antoja pura ironía, pero siempre hay que esperar que lleguen mejores tiempos, siempre queda la esperanza parece ser el mensaje último del film. El efecto final es, al menos en mi caso, inusitadamente reconfortante, como la paz que sigue a un duelo.

Todo ello se consigue sin recurrir al morbo ni a la estridencia. Egoyam nos invita a adentrarnos en la vida de sus personajes y a convertirnos en espectadores silenciosos de su tragedia. No juzga, no dicta sentencia, porque eso hubiese convertido la película en algo convencional y Egoyam es de todo menos convencional. Todo es suave, ligero, dulce y al mismo tiempo denso y amargo, profundamente amargo.

Capítulo aparte merece el protagonista de la película, un personaje magistralmente escrito y todavía mejor interpretado por un soberbio Ian Holm. Es la relación con su hija, telefónica y en apenas dos escenas, la que define su perfil y sus intereses en la historia. Gran mérito del guionista y de su intérprete. No es el único valor de una película dotada con una estructura compleja y a la vez asequible, una fotografía que nos acerca todavía más a los personajes y una espléndida banda sonora con genuino sabor “indie” pero que por una vez no resulta cargante. Todo perfecto para una película perfecta.
Juan Solo
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