" la mejor historia de amor jamás rodada, sin más adjetivos” dice el crítico de “La vanguardia” a propósito de esta película. Pues es que a mí, a estas alturas, cuando oigo precisamente adjetivos y epítetos de este estilo, se me encienden todas las alarmas. Miedo me da el abuso que se hace del término obra maestra, tan sobado y requete sobado en el cine de nuestros días, cuando sabemos además que no es verdad, que no puede haber una obra maestra cada semana en la cartelera, que una obra maestra necesita de tiempo de reposo y perspectiva para asentarse como tal. “La vida de Adèle” bien pudiera trascender el tiempo y la coyuntura en el que ha sido creada , pero dejemos que sea eso, el tiempo, quien la acabe poniendo su lugar.

También diría que, “La vida de Adèle” no es una historia de amor, o que al menos no lo es fundamentalmente. La película es ante todo una historia de búsqueda y autoafirmación, aunque por supuestísimo es el amor el medio a través del cual su protagonista busca realizarse. Como todos. Y en su intento, fracasa y se cae, se pierde, se confunde, y se vuelve a levantar, y tropieza de nuevo… Como todos también.

“La vida de Adèle” es, valga la perogrullada, la vida de Adèle. La cámara de Kechiche persigue a su heroína todo el tiempo y por todos los rincones, en ese proceso de iniciación a la vida, al amor, al sexo. Y nos la muestra de todas las formas posibles, vestida, desnuda, riendo, llorando, follando, con el moco colgando, con el pelo recogido, con el pelo suelto… En todo su esplendor. Tres horas, tres en un casi exclusivo primer plano que permiten al espectador intuir en todo momento lo que pasa por su cabeza, sus sentimientos, sus emociones. Adèle en primer plano y el resto el segundo; sus padres, sus profesores, sus insoportables amigas, Enma incluso. En este punto, hay que descubrirse ante la otra Adèle. Exchopourlos se apellida y firma una interpretación absolutamente memorable vaciándose por completo para llenar de vida y matices a su personaje. Habrá que seguirle la pista a partir de ahora a esta muchacha.

Por poner algún pero podríamos hablar de una duración algo excesiva. Quizá una historia intimista como esta se resienta más que otras de ciento ochenta minutos de metraje.