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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
7
Drama Biografía del famoso escritor francés Emile Zola, que incide especialmente en su participación en el famoso "Caso Dreyfuss", que puso en jaque al ejército francés. (FILMAFFINITY)
19 de agosto de 2014
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero de todo conviene puntualizar que no nos encontramos ante una biografía al uso como tal vez nos pueda dar a entender ese título que quizá peca de ambicioso. “La vida de Emile Zola” no nos cuenta la vida de Emile Zola, sino que se centra en un periodo muy concreto de la biografía del considerado padre del naturalismo. Apenas hay referencias a la juventud del personaje, apenas un par de referencias a su amistad con Cezanne, el famoso pintor con quien comparte en París un humilde apartamento provisto tan solo de una cama y de una vieja estufa (objeto que veremos cómo después sirve para cerrar el círculo). Tan solo un par de detalles que nos advierten de una temprana conciencia social que al final también resulta reveladora. Tal vez hubiese bastando con seguir el curso de una vida ilustre con estas pautas marcadas, tal vez hubiese sido suficiente…, pero entonces esta película no hubiese sido lo que es.

Casi sin previo aviso pues nos topamos de pronto con un Zola sexagenario a punto de adentrarse en uno de los momentos cruciales de su existencia, implicado directamente en el conocido caso Dreyfuss que tanto conmocionó a la Francia de finales del XIX. El autor de “Germinal” se erige en prácticamente el único defensor del principal inculpado en el proceso, Alfred Dreyfuss, un militar de origen judío acusado falsamente de espionaje por parte de los altos mandos del ejército galo. Para Zola el asunto derivará en una cuestión prioritara que le llevará incluso a desechar un puesto en la Academia Francesa, y convertirá la defensa del condenado y la suya propia en un alegato inapelable en contra de la corrupción y a favor de la justicia universal.

Por encima de todo, eso es lo que es esta película. Por encima de su sólido guión o de la modélica realización de su director, está el mensaje. Por encima incluso de la portentosa interpretación de su protagonista principal, un excelso Paul Muni del que sorprende su contención, cuando la mayoría de sus contemporáneos procedentes de mudo caen con facilidad en el histrionismo y en lo exagerado. No cabe decir más, si acaso cabría contextualizar la película dentro de su tiempo. La dirige en 1937 William Dieterlie, otro de esos judíos errantes que acaban recalando en el Hollywood de la época para seguir haciendo el cine que no les dejaban hacer en otra parte. “Furia” había titulado un año antes Fritz Lang su particular alegato contra la pena de muerte y la injusticia; furia hay en el manifiesto y en las palabras de un hombre que de nuevo se revela contra lo establecido. Lo injustamente establecido.

Hay un antecedente con los mismos protagonistas además. A las órdenes de Dieterlie, Paul Muni había sido Louis Pasteur, otra biografía marcada –que prometo ver muy pronto -, otro enfrentamiento del individuo frente al sistema. Y después habrá muchos otros. Como Kirk Douglas en “Senderos de gloria” o Paul Scolfield en “Un hombre para la eternidad" se me ocurren ahora de repente. Ellos al menos tuvieron derecho a replica. Y siempre conmueve ver cómo la verdad prevalece sobre la injusticia y la sinrazón al pie de un estrado… aunque sólo sea cine, y por tanto una medio mentirijilla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Solo
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