Una declaración de intenciones que llegan a puerto y convierten en oro la mercancía de la que partían. Cómo redondear una idea, cómo reflexionar con corazón. Un planteamiento que deja de serlo y a la par no puede ser más fiel a sí mismo.
Unos personajes que chocan y casan.
En pocos minutos vemos a uno de los personajes leer Así habló Zaratustra de Nietzsche, no tardarán en hacer ver a qué se debe.
Quiero dar ejemplos concretos de escenas que me han parecido sublimes y de una coherencia superlativa. Pero lucharé con mi impulso condicionante y dejaré que cada uno vea esta película como buenamente se le proyecte (en varias de sus acepciones).

Una película con alma, con verdad.
Con un efecto nada común en tiempos contemporáneos, y es la virtud de dormir las extremidades, que ni por un segundo se mueven o molestan para ver cuántos minutos quedan de película. Porque no hay segundo en el que me distraiga en agentes externos a la película, a esta familia y su meta.
Y eso es un verdadero triunfo.
A veces, ni siquiera en conjunto, se llega a lo que se piensa que es triunfar, sin embargo, está película no solo quiere, puede. Y toda la reflexión que permite la película rodea la idea que enfrenta Éxito y fracaso. Pues bien, decidan ustedes lo propio tras ver este metraje.



Y, como acotación; me abruma, rompe y remedia la actuación de Toni Colette, en un papel aparentemente más discreto, acompaña a la película, subraya y marca el tono de determinadas escenas y/o mensajes para mí claves de la película. Muecas que no llegan al segundo y dirigen al espectador hacia el lugar y carácter del posterior panorama.