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Voto de MTC:
8
7,6
24.324
Drama
Francia, siglo XVIII. La perversa y fascinante marquesa de Merteuil (Glenn Close) planea vengarse de su último amante con la ayuda de su viejo amigo el Vizconde de Valmont (John Malkovich), un seductor tan amoral y depravado como ella. Una virtuosa mujer casada, Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer), de la que Valmont se enamora, se verá involucrada en las insidiosas maquinaciones de la marquesa. (FILMAFFINITY)
18 de agosto de 2009
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se resalta constantemente el lugar de la pasión en esta película. Yo prefiero resaltar el del amor.
La pasión, en principio, no se controla (una de las mejores partes de la película resalta precisamente, a través de la frase "era inevitable", esa condición); pero en Amistades peligrosas los personajes siempre parecen estar por sobre ella: la reputación de conquistador (es decir, la vanidad) e incluso la crueldad se anteponen. Solo los personajes más débiles, las víctimas del juego, parecen arrastrados por la pasión.
En cambio el amor determina las acciones de los persoanjes principales y, de hecho, los destruye. Este sentimiento entraña una nobleza profunda (opuesta a la de las apariencias) y, con ella, la promesa de ser humano (lo que las gélidas caracterizaciones les niegan a los protagonistas desde el inicio). Dada su imposibilidad en almas vanidosas o crueles, su presencia está marcada por su ausencia, como un agujero insoportable en el centro de todas las motivaciones, por ende de todos los acontecimientos.
En ese sentido, los personajes son múltiples y densos en virtud de su relación con el sentimiento indefinible por antonomasia, en ese sentido para algunos solo relegado por la inefable felicidad. A más contrariados con este (el personaje de JM es un cazador de mujeres hedonista y orgulloso de su reputación, que ve en el amor la única posibilidad de ir más allá de los juegos tanáticos del erotismo calculado; el personaje de GC es una renegada del amor de los hombres, barato en comparación con la eternidad a la que aspira el amor de la mujer, amor genuino, que nunca tendrá una respuesta a la altura), más facetas muestra la personalidad en cuestión, más es la tensión interior y más la trascendencia del significado que transporta.
La pasión, en principio, no se controla (una de las mejores partes de la película resalta precisamente, a través de la frase "era inevitable", esa condición); pero en Amistades peligrosas los personajes siempre parecen estar por sobre ella: la reputación de conquistador (es decir, la vanidad) e incluso la crueldad se anteponen. Solo los personajes más débiles, las víctimas del juego, parecen arrastrados por la pasión.
En cambio el amor determina las acciones de los persoanjes principales y, de hecho, los destruye. Este sentimiento entraña una nobleza profunda (opuesta a la de las apariencias) y, con ella, la promesa de ser humano (lo que las gélidas caracterizaciones les niegan a los protagonistas desde el inicio). Dada su imposibilidad en almas vanidosas o crueles, su presencia está marcada por su ausencia, como un agujero insoportable en el centro de todas las motivaciones, por ende de todos los acontecimientos.
En ese sentido, los personajes son múltiples y densos en virtud de su relación con el sentimiento indefinible por antonomasia, en ese sentido para algunos solo relegado por la inefable felicidad. A más contrariados con este (el personaje de JM es un cazador de mujeres hedonista y orgulloso de su reputación, que ve en el amor la única posibilidad de ir más allá de los juegos tanáticos del erotismo calculado; el personaje de GC es una renegada del amor de los hombres, barato en comparación con la eternidad a la que aspira el amor de la mujer, amor genuino, que nunca tendrá una respuesta a la altura), más facetas muestra la personalidad en cuestión, más es la tensión interior y más la trascendencia del significado que transporta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Entonces por qué llora el personaje de GC en una de las escenas finales es una pregunta clave y, pese a las apariencias, no muy obvia. No llora porque se ha muerto su amante, sino porque ha sido capaz de matarse por amor o, dicho desde el ángulo adecuado, porque alguien merece que otro se mate en nombre del amor que le profesa. Obviamente, ese alguien no es ella. Y eso le duele en todos los niveles, física y espiritualmente. No ha sido llamada a morir en esa gracia secular (compárese, a propósito de esa "muerte en estado de gracia", la agonía pasiva de un alma que todavía cuenta con la venia religiosa, y la agonía activa del personaje de JM, que debe ser ganada a pulso, con acciones y palabras; es la única manera de aplacar la culpa que solo ha sido capaz de sentir cuando se atrevió a tergiversar un valor que estaba más allá de su vida y su reinado de placer -reinado, pues nadie tiene más poder que él en ese terreno-: la entrega amorosa, absoluta, de la que sería su última amante).
Esta es una excelente película de amor sin amor, y la manera como los actores, el montaje y la puesta en escena comunican esa falta ontológica la vuelve magistral.
Esta es una excelente película de amor sin amor, y la manera como los actores, el montaje y la puesta en escena comunican esa falta ontológica la vuelve magistral.