Se vé que ya han bajado los brazos con Sean Gunn y lo han dejado hacer lo que le ha dado la gana, porque hay que rendirse a la evidencia: cuando lo dejan por su cuenta, todo le sale bien.

Esta despedida de Marvel y de la saga de Guardianes es una sucesión de buenas decisiones en guion, producción, ritmo, música, dirección, CGI. Haber metido troma a tope le da un tono orgánico, imperfecto, sucio, auténtico que te hace conectar enseguida incluso con algunos personajes nuevos. Incluso hay momentos que parece inspirados por Muchachada Nui, así es el nivel de locurón.

Es larga pero va todo tan picadito que no se te hace incómoda la butaca del cine. El guion está bien encajadito. Y el mensaje es precioso, alguna lagrimita se puede escapar. Una vez acabada la saga, hay que destacar también el buen ojo para el casting, porque le tienen tomada la medida al tono a la perfección, en especial Chris Pratt, que parece haber nacido para ese papel. Incluso el malo es uno de los mejores malos de Marvel, que siempre adolece de malos creíbles y consistentes.

En definitiva, un cierre de lujo para una saga icónica de Marvel.