Después del estreno de su última peli, esa Los amantes pasajeros ordinarios, vulgares, escatológicos y ridículos vuelvo a ver una obra con la que no acabo de reconciliarme, Hable con ella, y claro, lo flipo.
Una de las pelis más personales y libres del director, donde ese universo femenino que se autoatribuye cambia de género y destripa con la habilidad de un cirujano la personalidad masculina en todas sus variantes desde la reflexión y el diálogo. Mientras, las féminas duermen, en coma o aparecen esperpénticas como León, tremenda con Almodóvar como sólo con él, visionarias e ininteligibles, como la siempre espectacular Chaplin o mudas, como Paz Vega en el mejor de sus papeles, ya que la sobreactuación en blanco y negro tiene su puntito.
Triste, sórdida, sin juicio previo ni filosofías de tres al cuarto la película es Enorme. Como sus dos protas. Un Benigno que vive una historia de amor mayúscula o un Marco que la continúa.
Película sobre el amor, la amistad verdadera, el poder de la danza.
Casi perfecta.
Lo mejor: Sus protagonistas. La capacidad de Almodóvar de hacer comedia en el momento menos apropiado. Lo que parece haber perdido, a la vista de sus últimos bodrios.
Lo peor: Esa reunión cuchipandi pija que tantísimo le mola últimamente meter en sus pelis, rodeando a un Caetano Veloso cansino y pareciendo haberse fumado el opio del doctor de La piel que habito en plan comuna.