Llena de agujeros en un guión aburrido y con un desarrollo soporífero, La granja es un coñazo de tomo y lomo. La cosa empieza prometiendo, por eso del rollo rural y cultural diferente pero al cabo de diez minutos uno tiene la sensación de estar viendo una mala obra de teatro llevada al cine con fotografía bonita y actores carne de guillotina.
Katy regresa al pueblo de su infancia tras quince años al entierro de su madre que trabajaba para dos hermanos gemelos. En la granja de al lado dos años atrás hubo un asesinato que se saldó las vidas de una familia pelín rara-padre abusador, madre que sólo reza, hija pelirroja descocada y sus dos hijos de padre indefinido además de la criada, cuya hermana quiere ser una Miss Marple a lo suizo y se queda en zumbada desagradable.
Boba, plana y verborreica, La granja es como esas novelas flojas de detectives que podemos leer en diagonal sin perdernos nada.
La protagonista es de las actrices más chungas del mundo.