Estamos ante una historia sobre un personaje bastante particular que sin embargo logra ser creíble, de ese tipo de personajes que de tanto en tanto nos regala el mundo del cine, y que entabla una profunda y también particular amistad con alguien más cercano a eso que entendemos como normal, pero que también tiene mucho que contar, todo enmarcado en la guerra de Vietnam y sus terribles consecuencias sobre los protagonistas.

Sorprenden positivamente las actuaciones de los dos jóvenes actores, y es difícil destacar a uno por encima del todo. Si bien todos los secundarios cumplen con creces, la película les pertenece absolutamente a Birdy y Al (Matthew Modine y Nicolas Cage) y a esa gran relación entre ellos de la que vamos siendo testigos a lo largo del metraje.

Puede que por la particularidad de Birdy cueste empatizar del todo con él, no obstante, el guion hace un buen trabajo en hacer que lleguemos a conocerlo para al menos poder hacernos una idea de por qué le pasa lo que nos cuentan, así como sus reacciones y comportamiento.

La puesta en escena destaca bastante por la coherencia con la historia, con esos planos desde las alturas, desde lo que sería la perspectiva de un pájaro que observa con detalle lo que pasa, como dice uno de los protagonistas en algún momento, y más aún con esos planos largos que recrean el vuelo del pájaro mientras sigue observando.

Sobre el final, entre cautivador y misterioso, pero sin ser nada del otro mundo, diría que es cónsono con el mismo Birdy, sobre todo con ese último plano que se queda grabado en la memoria.