Hay una, una sola cosa que le agradezco a este tipo de remakes. Que me permiten ponerme en contacto con sus originales. Y en muchos casos descubro joyitas del pasado que ni los mejores libros de historia del cine reflejan.
Así me ha ocurrido con la versión de Blumhouse de Jóvenes y Brujas (fatiga me entra al asociar el nombre de la que hasta no hace mucho era mi productora de terror favorita a este bodrio de adaptación).

Antes de verla acudí a su homónima noventera. El simple hecho de contar con Neve Campbell en su reparto ya me puso las orejas de punta, y cuando vi a su lado a Skeet Ulrich casi me cago encima (sepa el/la lector/a de mi fanatismo por la saga Scream). Pero si a ello le sumamos que la realización, la ambientación y el uso de una maravillosa selección musical la sumergen en la estética de la mítica saga del maestro del terror Wes Craven, ya tenemos el menú perfecto servido.

Y tras este primer visionado me voy al de la versión actual y... ¡zasca! Directo a la boca. Menuda actualización forzada se han marcado los señores y las señoras de Blumhouse. Imagino que la intención sería calar en la juventud actual como lo hizo la original en la de su época, pero si ese es el reflejo de esta juventud, que Dios nos asista. Esnobismo, postureo, diversidad sexual ultraforzadísima, interpretaciones mediocres...

¿De verdad ha petado el saco de las ideas como para tener que recurrir a estos proyectos para enganchar a las nuevas generaciones? Pues que vayan con pies de plomo, porque corren el riesgo de perder a las viejas generaciones.