Mucho ruido y pocas nueces, esa es la sensación que me transmitió la última película de Damien Chazelle… después de el éxito en crítica y público que ha recibido la película. La película comienza con un buen ritmo, llamando la atención del espectador, pero se va deshinchado a medida que se desarrolla el film

Sueños fáciles de cumplir sin la necesidad de luchar mucho por ellos, a pesar de que les dos protagonistas no encontraban su lugar dentro de su pasión. Al contrario que Wiplash, el camino que superan esta lleno de rosas. Las adversidades que se encuentran son totalmente circunstanciales y nunca ponen a los protagonistas contra las cuerdas. Parece que no tengas que realizar verdaderos esfuerzos para conseguir tus sueños. Aparte la película transcurre en un Hollywood totalmente idealizado: donde las fiestas son constantes y las preocupaciones inexistentes.

Lo que es innegable es el talento que tiene Damien Chazelle, para contar una historia de manera visual, sobretodo gracias al recalcar la atención en el detalle. También la falsa temporalidad que se creó en la película está realmente bien llevada, esa mezcla de años 50-60 como la visualización de Rebelde sin causa en el cine, o el presente con el uso de aparatos electrónicos o la música totalmente moderna adaptándose a los tiempos actuales.

También me gustaría mencionar el papel tan minúsculo que tiene J. K. Simmons (que habría dado un aire más fresco a la película) En el apartado musical, no destaca por encima de las otras películas del género, pero aprovechando que es una película que se centra en el Jazz no habría estado mal que parte de los estos trozos musicales estuvieran adaptados a este género que tanto le gusta al director y esta cerca de la extinción.

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