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San Marino San Marino · Ladera del Monte Titano
Voto de Fej Delvahe:
8
Bélico. Drama Año 1945; los japoneses están a punto de firmar la paz en Birmania. Un soldado, admirado por sus compañeros porque toca el arpa, es nombrado mediador japonés. (FILMAFFINITY)
4 de octubre de 2008
63 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
La costumbre religiosa de enterrar, quemar, en resumen no dejar abandonados cadáveres humanos en plena intemperie, es característica de las religiones monoteístas y también de muchas otras, ya el hinduismo o la mayoría de las ramas del budismo como el asentado en Birmania. Y en esta labor religiosa va a desembocar un sargento japonés de la II Guerra Mundial, integrante del ejército nipón que invadió Birmania, cuando sufre una conversión producto del hastío de la guerra, el shock de la muerte multiplicada por muchos seres humanos y máxime cuando son muertes que él ha tratado de evitar pero que por pura cabezonería o fundamentalismo patriótico de otra gente no ha sido posible evitarlas.

Indudablemente este soldado no era cualquier soldado, sino un hombre sensible, un artista, un músico, inmerso en una guerra como suele ocurrir en todas las guerras donde siempre hay personas cordiales y pacíficas que se ven arrastradas por el sistema y los poderes a la confrontación sin ser ellos prototipos de personas violentas ni inclinadas a dañar a nadie.

El guión ciertamente no se ocupa de las barbaridades que los japoneses hicieron en ese país del sudeste asiático, sino anecdóticamente pone su punto de mira en un pelotón de soldados y un oficial (músico profesional) que avanzan por las tierras rojas de Birmania practicando cantos para mantenerse animados en ausencia de confrontaciones directas. Y sobre todo focalizando la historia en el citado sargento, con talento musical innato aunque sin estudios musicales, que toca el arpa birmana como los ángeles.

Es un película curiosa, noble, que apuesta por los valores humanos (compañerismo, piedad, misericordia, la música en el viejo sentido de método para calmar la "mala leche o mala sangre", dar sepultura a los muertos, etc.), valores humanos que son presentados como algo más fuerte y principal que las luchas y maldades también entre humanos.

Y esto, independientemente de que sea poco realista históricamente hablando, es una manera de encausar una película, pues en cine como en literatura o en pintura, escultura, arquitectura o simple decoración, no todos los intentos de llevar a cabo una obra de arte han de ser en su vertiente realista-copia de la realidad exacta, sino que también hay toda una gran variedad de conseguir mostrar la realidad suavizando, poetizando, limando, exagerando, fantaseando, imaginando otras caras ocultas de lo real, incluso mitologizándola (por algo existe el mito y tiene casi la misma antiguedad de uso que la razón).

Kon Ichikawa está en su derecho de usar en este filme el exceso de buenos sentimientos —al fin y al cabo abundan los casos contrarios y nos parece natural cuando los autores usan el exceso de maldades, violencia o degeneración en lo humano— que tocan nuestras almas y logra así impactarnos, sensibilizarnos y ablandarnos humanitariamente por cerca de dos horas. ¡Pues bienaventurado sea!

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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