Aborda el sentimiento, la acción y la satisfacción de la venganza. Y esto lo hace con gran talento y originalidad, amén de que los últimos quince minutos finales son de coronación o entronización de la historia.

Película para no parpadear, para emocionarse sin perder un instante de atención, para quedar absortos ante la pantalla. Sentimos el abuso y el dolor de la víctima y nos hacemos partícipes con ella del miedo y de la reacción. ¿Por qué? Porque somos humanos, no angelitos del cielo ni militantes del buenismo hipócrita.

A todo zapato le viene bien una horma y así mismo a muchos canallas humanos que se comportan peor que bestias infernales hay que hacerles probar su propia medicina, ¿para qué?, para que sepan a qué sabe, dado que tanto les gusta hacérsela tragar a víctimas inocentes que cometieron el error de cruzarse en su camino. Esta es la filosofía del film y precisamente con esta imantación de fondo y superficie, Neil Jordan nos engancha para seguir la narración en su totalidad.

Fej Delvahe