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Voto de Fej Delvahe:
8
7,0
447
Drama
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En una pequeña ciudad francesa vive Barny, una joven viuda que trabaja en Correos. Ella y su hija sufren los rigores de la guerra, el racionamiento, el mercado negro y las redadas. Para evitar la deportación de la niña, hija de padre judío, la envía al campo. Pero, movida por la desesperación, busca consuelo en el confesonario y se desahoga declarándose atea.
11 de septiembre de 2010
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela de Béatrix Beck (“Léon Morin, prêtre”. Premio Goncourt, Francia 1952), está película en blanco y negro obtuvo el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia de 1961. La historia que nos cuenta tiene lugar durante la invasión alemana en la Francia de la II Guerra Mundial.
J.P. Melville confronta y amiga con una filmación de gran categoría a los dos personajes principales: por un lado un sacerdote católico y por otro una viuda agnóstica y comunista que vive sola con su hija pequeña. En principio ella va hacia él con el único ánimo de provocarlo intelectualmente, de “sacarlo de sus casillas religiosas”, pero dado que el cura se muestra, como diría el psicólogo Carl Roger, con gran empatía (la capacidad o el talento de ponerse en el lugar del otro y comprenderlo), tras este primer encuentro la mujer quedará muy imantada hacia este hombre-sacerdote (que además es atractivo para ella) y seguirá buscándolo a menudo para platicar, de manera que va entablándose una cierta relación cordial, amistosa, catequética.
La película se encuadra en el género religioso-cristiano, con diálogos brillantes sobre religión, fe, amor y sentido de la vida, que son un manjar para amantes de la filosofía, la teología o la simple búsqueda de las razones de ser. Sirva de ejemplo este que ocurre al principio del filme cuando ella va hasta el confesionario de la iglesia con la única intención de hallar a un ministro cristiano, a un representante profesional del hecho religioso y cuestionarle la religión en sí misma o su fe en Dios; pero se topa con un hombre sereno, inteligente y buen dialéctico que le contesta no con idiosincrasia polémica sino más bien empática, comprensiva, dialogante:
Mme Barny acomete con avidez provocadora:
—“La réligion, c’est l’opium du peuple (La religión es el opio del pueblo).”
León Morín (el presbítero) le contesta de manera serena:
—“Pas exactement... (No exactamente...)”
.../ ...
J.P. Melville confronta y amiga con una filmación de gran categoría a los dos personajes principales: por un lado un sacerdote católico y por otro una viuda agnóstica y comunista que vive sola con su hija pequeña. En principio ella va hacia él con el único ánimo de provocarlo intelectualmente, de “sacarlo de sus casillas religiosas”, pero dado que el cura se muestra, como diría el psicólogo Carl Roger, con gran empatía (la capacidad o el talento de ponerse en el lugar del otro y comprenderlo), tras este primer encuentro la mujer quedará muy imantada hacia este hombre-sacerdote (que además es atractivo para ella) y seguirá buscándolo a menudo para platicar, de manera que va entablándose una cierta relación cordial, amistosa, catequética.
La película se encuadra en el género religioso-cristiano, con diálogos brillantes sobre religión, fe, amor y sentido de la vida, que son un manjar para amantes de la filosofía, la teología o la simple búsqueda de las razones de ser. Sirva de ejemplo este que ocurre al principio del filme cuando ella va hasta el confesionario de la iglesia con la única intención de hallar a un ministro cristiano, a un representante profesional del hecho religioso y cuestionarle la religión en sí misma o su fe en Dios; pero se topa con un hombre sereno, inteligente y buen dialéctico que le contesta no con idiosincrasia polémica sino más bien empática, comprensiva, dialogante:
Mme Barny acomete con avidez provocadora:
—“La réligion, c’est l’opium du peuple (La religión es el opio del pueblo).”
León Morín (el presbítero) le contesta de manera serena:
—“Pas exactement... (No exactamente...)”
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
La viuda y bella señora Barny, irá transformando sus puntos de vista conforme va tratando al sacerdote, el hombre por quien se siente atraída; éste le deja libros y la va empapando con diálogos trascendentes sobre el sentido de la vida y el cristianismo. La relación se va haciendo sensual a pesar de que parezca fría, sin saludos ni despedidas, sin tocarse. Es obvio que entre ambos surge el enamoramiento. Ella, carente del calor de un hombre, poco a poco va sintiendo como sus hormonas se revolucionan en deseo sexual por el varón “sagrado”. Pero también él se siente muy cautivado por ella; lo cual es obvio porque primeramente es Barny la que siempre va a la casa del presbítero, y luego llega un momento en que él empieza a ir a la casa de ella. Mas no voy a revelar el quid de la cuestión: si prevalece en ambos el autodominio de los instintos, de las pulsiones biológicas o si se descontrolan y se dejan llevar por la calentura de la carne.
Como curiosidad, decir que la escena imaginativa donde ella —ansiosa como está de ser amada carnalmente por el hombre-sacerdote al que desea con todas sus hormonas de mujer— sueña que él se le aproxima, la coge y la besa pasionalmente en la boca, fue seguramente suficiente motivo para que esta película no fuese estrenada en la España franquista.
Y aunque en el caso de esta película estamos hablando de los años sesenta del siglo XX, veintitantos años después y con un régime democrático en España, allá por 1988, hubo también muchos intentos por parte de sectores obtusos católicos de que se prohibiese o no se dejase estrenar el filme de Martin Scorsese “La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ)” por razones parecidas: es decir, porque no se admitía un sueño, una simple escena imaginativa donde Jesús de Nazaret crucificado, sueña por unos instantes qué habría sido su vida si en lugar de optar por la predicación del Reino como único objetivo se hubiese decantado también por amar a Maria Magdalena, casarse con ella y tener hijos.
De donde se deduce que a cierta gente no se la puede plantear ni siquiera suposiciones, imaginaciones, sueños o fantasías, pues también con éstas se rasgan las vestiduras u ofenden.
Lástima, porque los sueños: sueños son (nada más que eso). ¿O no?
Fej Delvahe
Como curiosidad, decir que la escena imaginativa donde ella —ansiosa como está de ser amada carnalmente por el hombre-sacerdote al que desea con todas sus hormonas de mujer— sueña que él se le aproxima, la coge y la besa pasionalmente en la boca, fue seguramente suficiente motivo para que esta película no fuese estrenada en la España franquista.
Y aunque en el caso de esta película estamos hablando de los años sesenta del siglo XX, veintitantos años después y con un régime democrático en España, allá por 1988, hubo también muchos intentos por parte de sectores obtusos católicos de que se prohibiese o no se dejase estrenar el filme de Martin Scorsese “La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ)” por razones parecidas: es decir, porque no se admitía un sueño, una simple escena imaginativa donde Jesús de Nazaret crucificado, sueña por unos instantes qué habría sido su vida si en lugar de optar por la predicación del Reino como único objetivo se hubiese decantado también por amar a Maria Magdalena, casarse con ella y tener hijos.
De donde se deduce que a cierta gente no se la puede plantear ni siquiera suposiciones, imaginaciones, sueños o fantasías, pues también con éstas se rasgan las vestiduras u ofenden.
Lástima, porque los sueños: sueños son (nada más que eso). ¿O no?
Fej Delvahe