Bienvenidos al ingenuo y hortera mundo de Mongo. Si es que hasta el nombre es ridículo.
Pero ahhhh bendita locura y psicodelia ochentera propia de un director hippie puesto hasta las nubes de alucinógenos y guionistas en estado de huelga.
Y es que los actores se pelean por quien es peor (creo que gana Topol por Dr. Zarkov), los modelitos crean tendencia cual Ágatha Ruiz de la Prada y la fauna del reino Mongo es digna de un reality show (mención especial para los hombres lagarto, esos seres de trapo cual Teleñecos), pero todo ello con personalidad, y, pese a lo que pueda parecer en un principio, sus casi dos horas de duración se siguen bastante bien.

Es una película ingenua, de esas donde el bueno sale de la nada, conoce a su futura esposa, se aman en cinco segundos, la rapta el malo y pelea hasta reconquistarla y vencer el mal. Fin del guión. Pero por alguna extraña sensación acaba funcionando, acabas enganchado al descerebrado y bonachón de Flash, al psicotrópico y colorido decorado cartón-piedra, a los sonidos musicales cuando se pegan como si fuese la serie de Batman; a los tonteos de Ornella Muti en plan buscona, a la copia de Errol Flynn en Robin de los bosques, la mezcla de Gimli con un hombre pájaro o a ese emperador Ming con cejas de zapatero, todo aderezado con los guitarreos de Queen de fondo.
Hay momentos de cachondeo absoluto, y pese a que no es el objetivo de la película, recuerda a la entrañabilidad de las películas de Ed Wood.

Se echa en falta una batalla final más épica, pero después de ver el conjunto, ¡como para quejarse de eso! Y es que si durante la película me lo paso pipa, ¿Por qué suspenderla?
Y que levante la mano el que al finalizar la película no ha cantando eso de "Flash, ahhhhhhh".