Soy amante del género de terror y, como tal, aunque me divierte revisitar una y mil veces los lugares comunes de este tipo de películas, me cuesta encontrar alguna que de verdad me de algo de miedo.

Pues bien; Sinister lo ha conseguido. Y lo hace porque las terroríficas imágenes en Super-8 se quedan grabadas en tu mente tras los títulos de crédito y vuelven a tu cabeza al dejar a oscuras la casa para irte a dormir como en su día ocurrió con la imagen final de La Bruja de Blair, los movimientos de Sadako con los frames trucados en The Ring o el sonido de una llamada telefónica al romper el silencio en la desconocida película coreana "Phone".

Papelón para un Ethan Hawke metido en formol que parece no envejecer pese a los 45 años que le alumbran y que, junto a la cámara de super8 es el protagonista absoluto.

Y, sí, claro que le sobran trucos propios del género como atronadoras subidas de volumen para lograr el climax o algún sustito previsible; pero es de lo mejorcito en cine de terror occidental que he visto en los últimos años.