Una obra valiente y arriesgada, trabajada con maestría por un Jean-Pierre Jeunet
más imaginativo que nunca, que nos demuestra que para hacer una película de fantasía, no es necesario irse a mundos imposibles o como era habitual en él y sus primeros trabajos, contar con una parada de monstruos de lo más estrambótico. Y aun quedándose en el día a día convencional, consigue convertirlo en un mundo fantástico rodeado de personajes de lo más excéntricos, marginados y singulares, y sus necesidades afectivas con la sociedad o el prójimo.
Una película apta para todos los públicos, pero en el amplio termino al que se refiere esta expresión, no solo porque la puedan ver los niños. Sino porque la pueden ver tanto el que va a pasar el rato como el que busca algo más en el cine y lee entre líneas, tanto los que buscan reírse como los que necesitan llorar.
Un ‘fabuleux destin’ cargado de momentos brillantes, en los que vemos un Jeunet que tanto se reinventa o autocopia de trabajos pasados.