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Voto de Toribio Tarifa:
4
Comedia. Musical. Romance Un famoso corresponsal de guerra se introduce en la habitación de una estrella de cine; un soldado se enamora de una joven taquígrafa a la caza de un hombre rico; un estafador quiere hacer negocio con un jeque millonario; un periodista busca una exclusiva; un director de orquesta pierde a su cantante principal... Nada más normal un fin de semana en el más prestigioso de los hoteles de Nueva York, el Waldorf Astoria. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
O dicho de otra manera, cómo pasa el tiempo y cómo va limando lo que otrora fuera esplendoroso. La película que en 1945 alcanzó un éxito avasallador, con un reparto cuajado de estrellas, va perdiendo brillo con los años y se va volviendo mate Los que en 1945 ya pisábamos tierra o, mejor, gateábamos por ella todavía podemos responder a preguntas sobre estos personajes, pero pocos serán los que, nacidos veinte o treinta años después, sepan darte razón. Y esta es la soledad de los muertos.
He de empezar confesando que le tengo una cierta tirria a Ginger Rogers, salvo cuando se busca un partenaire convincente para deslizarse por la pista de baile al son de la música de la época. Entonces está sublime. Pero no consigo que me guste físicamente; me parece un antecedente, un trasunto de Doris Day, pero con menos gracia. En cambio, me resulta simpático Walter Pidgeon, e ignoro la razón. Tal vez porque siempre me mueve hasta el llanto cuando en "La señora Miniver" vuelve en su lancha, agotado, tras haber participado en el rescate de sus compatriotas arrinconados y condenados a perecer en las playas de Dunkerke. Lana Turner, quien tan solo cuatro años antes, en "Quiero a este hombre" estaba preciosa, aquí, como estenógrafa del Waldorf Astoria dispuesta a venderse enterita al mejor postor de sus carnes, deja mucho que desear: mal peinada y no mucho mejor vestida, no acabas de entender el éxito que tiene entre Edward Arnold, quien se la quiere merendar quieras que no, y Van Heflin, el inocentón y honesto personaje del film. Y puestos a confesar filias y fobias, diré que me gusta siempre Edward Arnold - no puedo olvidarle como implacable empresario padre de James Stewart en "Vive como quieras" - y me distrae, me aparta de la historia que se me cuenta, la presencia de cualquiera de los "Van", ya sea Van Johnson, aquí, ya Van Heflin en otras muchas películas. Manías que tiene uno.
Soy plenamente consciente de que me he ido por los cerros de Úbeda y de que no he dicho palabra de la película en sí. Y la razón es que no hay mucho que decir. He estado dudando entre darle un 5, "pasable", o castigarla más duramente con un 4, "regular".
Empezaremos diciendo que lo más interesante de la película sucede cuando su director olvida que está en funciones dramáticas y se vuelve hacia el puro documentalismo: interesa cuando se muestran las interioridades de un hotel de tanta solera como el Waldorf, sobre todo en esa época. La recepción y distribución de la prensa, las secciones de lavado y planchado de la ropa, el examen a que se somete a diario al ejército de botones, las interminables filas de telefonistas atendiendo las llamadas, aunque esto ya está más visto, etc. etc. Supongo que algo tendría que ver la producción y el pastón que amollaría sin duda la propiedad del Waldorf. ¡Ahí es nada la publicidad que se le hace al hotel!
¿Lo demás?. Lo demás se desliza parsimoniosamente sin interesar a nadie en exceso. Inspirada en la clásica - entonces - novela de Vicky Baum, que ya había dado lugar a otra exitosa película "Gran Hotel", esta parece querer repetir la fórmula: un número considerable de personajes que comparten vivienda en un hotel de lujo y las eventuales tramas pasionales (no tienen porqué ser amorosas) a que esa convivencia da lugar. Lujo, riqueza, abundancia...y, sobre todo, resolución anticipada de cualquier problema que al huésped pudiera surgirle.
Toribio Tarifa
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