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Voto de Martes Carnaval:
7
Drama Presionada por su madre, Karen, una adolescente, dio en adopción a su hija. Después de 37 años, Karen (Annette Bening) sigue lamentando la pérdida de su hija, pero encuentra a un hombre que está dispuesto a darle una familia y a aportar un poco de alegría a su vida. Por otra parte, están Elizabeth (Naomi Watts), una mujer adulta que tiene problemas que resolver, y Lucy (Kerry Washington) una mujer negra que quiere adoptar a un niño. (FILMAFFINITY) [+]
17 de octubre de 2010
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una reflexión sobre la maternidad o, para ser más exactos, sobre la maternidad frustrada.

La maternidad es el milagro de la continuidad de la vida en otras vidas. No se trata sólo de la perpetuación de la especie —la única compensación a la muerte— sino que uno no muere mientras no se le olvida y ése es uno de los motivos —quizás subconsciente muchas veces— por los que la procreación ha tenido tanto éxito. La maternidad da lugar, en conjunto, a la relación más poderosa que pueda existir entre dos personas, aunque sea desequilibrada. Paradójicamente, la maternidad, que se comparte con otras especies y sobre todo con los otros mamíferos, es el mecanismo humanizador por antonomasia.

De las once relaciones entre madres e hijas que se pueden inventariar en la película, ya sean biológicas —naturales—, ortopédicas —adoptivas— o vicarias —por persona interpuesta—, en la que no incluyo la simbólica —metafórica— de la monja con sus peticionarias, las que corresponden a las tres protagonistas —excelentes interpretaciones— están presididas por la frustración. Las tres sienten de una forma u otra la frustración de la maternidad: la de Karen-Bening por experimentar la sensación de haber sido víctima de una sustracción y separación; la de Elizabeth-Watts por no poder llegar a disfrutar de la maternidad cuando ya la acariciaba y la de Lucy-Washington por ser incapaz fisiológicamente de tener hijos pese a desearlos con intensidad.

Echo de menos la maternidad conseguida mediante la fecundación "in vitro". La Iglesia o las Iglesias —porque hay algo que las iguala en este tema— se han pasado la vida condenando el sexo sin reproducción, obligando a que el sexo no excluyese la reproducción, a que la reproducción y el sexo formasen parte del mismo paquete, y es la Ciencia la que ha dado carta de naturaleza a la disociación entre sexo y reproducción al lograr la reproducción sin sexo.

Queda luego de la maternidad frustrada, de la maternidad buscada y no lograda, la carencia que remite a la soledad. La soledad, otro de los temas de la película en sus dos grandes categorías: la soledad como opción y la soledad como obligación; la soledad en que uno se prefiere o la soledad en que uno se tiene que soportar.

La cinta no es redonda por el afán de Rodrigo García en hacerla redonda (o enrollada), por su obsesión en cerrar el círculo recorriendo los 360º: demasiadas casualidades, giros inesperados, conversiones psicológicas aceleradas y situaciones forzadas para lograr el desenlace querido.
Martes Carnaval
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