Su planteamiento es inmenso, grandioso; a la vez que sencillo y elocuente. Durante una hora se nos ofrece una película intrigante, muy bien interpretada, donde es imposible averiguar hacia donde derivará.

Las claves parecen claras, y... por supuesto, siempre gestionadas con la rara habilidad de sembrar todas las dudas. Un hogar profundamente religioso, de comportamientos cristianos, así como todos esos enormes valores que con tanta eficacia, han sabido vender.

La duda surge pronto, y se entrega diáfana... aunque necesitemos confirmarla. El último tramo se retuerce hacia lo más prosaico del género, con un final chapucero y acomodaticio, que lastra todo lo anteriormente logrado.

¿Merece la pena? Si, siempre y cuando aceptes, que casi con toda seguridad, no colmará tus expectativas.