Hace quince años ya vivíamos en los tiempos de la impronta estética. Todo lo que se gestionara desde la apariencia resultaba cercano y útil, sin importan su auténtico valor como producto, ya fuera cinematográfico o de otra índole.

Sin City es hija de los tiempos. Disfruta de una ejecución luminosa dentro de su evidente versión del comic, género al cual pertenece y adopta en su referencia para el cine.

Brillantemente caracterizada, creo que resultó, puro placer para sus actores. La falta de inmersión en un trabajo interpretativo denso, hizo de ella un producto curioso, a la vez que impersonal y lejano. Sus valores se gestionaron desde el distanciamiento hacia la complejidad que hubiera requerido una historia de cine negro.

Cuando la novedad en el original tratamiento de sus imágenes se difumina al correr los minutos, es la propia imagen en blanco y negro y el resultado visual, lo que perdura.