Edward Norton, uno de los más brillantes actores, desarrolla aquí, según mi opinión, su mejor trabajo, ejecutado con brillantez, contundencia e implicación. Tal vez el discurso resulta excesivo, no sé si necesario por el tiempo empleado para enfatizar conceptos por todos conocidos.

Tony Kaye su director, combina con habilidad el color y el blanco y negro para resaltar aspectos tanto visuales como narrativos. Guión bien elaborado, quizá no tan profundo como quiere parecer.

Una historia compleja, discutible y absolutamente cargada de honestidad, aunque lo que intenta contar, evidentemente, no se considere.