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España España · la mia
Voto de osferal:
9
Drama En la isla de Tahití, en la Polinesia Francesa, el Alto Comisario de la República, De Roller, representante del Estado francés, es un hombre calculador de modales impecables. Tanto en las recepciones oficiales como en los establecimientos ilegales, no deja de tomar el pulso a una población local cuya ira puede despertarse en cualquier momento. Y más aún cuando un rumor se instala: parece haberse avistado un submarino, cuya presencia ... [+]
14 de febrero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya en el primer tercio del siglo pasado, el maestro de maestros, Friedrich Wilhelm Murnau, puso de relieve los efectos y consecuencias del colonialismo en el Pacífico Sur, más concretamente en la Polinesia Francesa, con la impresionante y soberbiamente fotografiada, “Tabú” (1931).


Casi 100 años después ha venido un aprendiz de aprendices a enmendarle la plana. Para muchos “l’enfant terrible” de la nueva era, por otros definido en términos un tanto más gruesos, el catalán Albert Serra, toma su libreto bajo el brazo y nos invita a reflexionar sobre cómo ese colonialismo ha dado paso a un neocolonialismo que ya no responde ante nada, ni siquiera ante Dios, ni siquiera ante el tabú. Transgrediendo el conflicto humano fundamental entre el deseo y la prohibición, analizado por el profesor Freud en su más que conocido ensayo “Tótem y Tabú (1913)”.


Murnau plasmó y criticó los efectos de la colonización desde el punto de vista del colonizado, sin embargo, Serra lo hace con fina ironía desde el punto de vista del colonizador, personificándolo en la figura de un alto funcionario de la República Francesa encargado del gobierno en el archipiélago. Benoît Magimel, actor francés de amplio recorrido que ya dio sobradas referencias de su trabajo a las órdenes de Haneke en “La Pianista (2001)”, encarna al citado político sobre el que recae todo el peso de la trama, cumpliendo con creces su cometido. Él es la película, la película es él. Muestra una calidad en su actuación digna de mención que tiene el magnetismo propio del más potente de los imanes, un trabajo soberbio.


Cinta repleta de metáforas, incluido su título, que no está pensada para el simple entretenimiento, en la que hay que estar atento para saber interpretar qué se nos está contando en cada escena, en cada diálogo, y lo más importante: el porqué. Crítica ácida de como el poder político (brazo ejecutor del poder económico) sustentándose en la ley (que no justicia) y en la fuerza (policía y ejército), al igual que el sucio chapapote, permea en la sociedad manchando y corrompiendo todo lo que toca. Entre otros, el arte, la cultura, el deporte y la religión.
Grosso modo, esta historia, se trata de una representación geopolítica en el que su director se ajusta un guante de seda, con el que da un revés en toda la mejilla a occidente, en su concepción social del poder, de forma tan sutil que pareciera un masaje `aftershave´ no dejando la mas mínima rojez, pero seguramente un agudo dolor.


A modo de apunte, si nos fijamos al comienzo de la película, en los primeros compases que se muestran en el bar “Le Paradise”, veremos que desgraciadamente no hace falta cruzar dos charcos para observar los estragos del neocolonialismo, claros ejemplos los tenemos muy cerca, dígase Salou, Benidorm, Mojácar, Magaluf, Ibiza y en toda la geografía que ocupa la piel de toro, en general. Otro pequeño apunte: Permanecer muy atentos a los diálogos del Almirante que no tienen desperdicio.


Intercaladamente, nos encontraremos con otras escenas para el simple disfrute de los sentidos, donde pidiendo permiso al también maestro, en este caso de la pintura, Paul Gauguin, toma su paleta impresionista y pincela cada fotograma para dotarlo de una apabullante luz y de un intenso color. De estas últimas, la más destacable, quizás sería la primera secuencia de la cinta en la que realiza una nítida declaración de intenciones (por si sola podría resumir toda la cinta, “Cuan cerca se encuentra el Diablo del Paraíso”). Otra más lúdica sería, por ejemplo, durante la competición surfista, que personalmente me evocó a una escena de otra de tantas obras maestras de Murnau, en concreto a la primera escena en la que se efectúa el primer travelin en la historia del cine, me refiero al ascensor de “Der Letzte Mann (1921)”.


Analizar de forma pormenorizada y completa las más de sus dos horas y media de duración sería un trabajo que ocuparía tranquilamente un buen tomo. Cosa, me disculparán, no voy a hacer.


Es una pena y una vergüenza que este trabajo no haya tenido, todavía en este país (al tratarse de un autor nacional), el reconocimiento merecido máxime cuando se acostumbra bajo espurios motivos e intereses, a veces, por simple ignorancia, otras, dar bula papal a auténticas MIERDAS. Tenemos la mala costumbre de tratar y valorar muy mal nuestro producto de calidad (incluidos los recursos humanos) y después venderlo a precio de saldo, cuando no regalarlo. (Dígase autores, ingenieros, médicos, sanitarios, etc.). Señores, así nos luce el pelo.


Un saludo,
osferal
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