Haz click aquí para copiar la URL
Voto de David Dunn:
8
Comedia. Aventuras Gustave H. (Ralph Fiennes), un legendario conserje de un famoso hotel europeo de entreguerras, entabla amistad con Zero Moustafa (Tony Revolori), un joven empleado al que convierte en su protegido. La historia trata sobre el robo y la recuperación de una pintura renacentista de valor incalculable y sobre la batalla que enfrenta a los miembros de una familia por una inmensa fortuna. Como telón de fondo, los levantamientos que ... [+]
23 de enero de 2015
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Gran Hotel Budapest (Wes Anderson, 2014) se antoja una obra exquisita a todas luces. El soberbio trabajo de dirección puede asimilarse sin problemas a un vals centroeuropeo: fluido, dinámico, elegante y con un simpático punto de pomposidad.
La banda sonora, excelente, refuerza este referente geográfico y, al mismo tiempo, aporta a la cinta un punto adicional de ligereza y extravagancia sin perder distinción.
Mientras que la delicada paleta de color y el vistoso diseño de producción remiten directamente al etéreo material con el que se fabrican los sueños. O, mejor dicho, nuestros más preciados recuerdos.

Ralph Fiennes sale airoso sin aparentes dificultades del reto que supone cargar con todo el peso del filme, pues buena parte de los calificativos que se han enumerado hasta ahora sirven bien para describir al inefable monsieur Gustav H. Un caracter central memorable al que el actor da vida mediante un registro que combina un calculado histrionismo y una perenne pose de afectación.
Fiennes supone la única nota estrafalaria dentro de un reparto coral al que no se exige otra cosa que hieratismo, lo cual convierte los destacables esfuerzos de maquillaje y peluquería en factores clave a la hora de transmitir la forma de ser de cada personaje secundario. No en vano, las comedias deadpan de los años 20 y 30 parecen constituir el principal referente tonal del filme.

Esta apuesta permanente por un estilo de humor tan alejado de la audiencia mayoritaria actual contribuye a explicar el desfallecimiento de la película durante su último tramo. El Gran Hotel Budapest termina aburriendo de tanta risa. Aunque el guión, algo escaso de contenido, también tiene parte de culpa.
A lo largo de sus páginas, el director se limita a realizar un ejercicio de evocación nostálgica hacia la Belle Époque, un periodo floreciente y optimista en que la sociedad se guiaba por la máxima de la belleza antes que por el principio de la chabacanería.
O, en otras palabras, Anderson juega a echar de menos un mundo que no ha conocido si no mediante reflejos de segunda o tercera mano. Un mundo imposible de capturar plenamente en las páginas de un libro, pero que podemos seguir añorando a través de una tierra inexistente. Tal es el poder del arte.
David Dunn
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow