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Chile Chile · Santiago
Voto de wambo:
10
Drama Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los dos únicos supervivientes de una batalla naval, un soldado norteamericano y un oficial japonés, se ven obligados a convivir en una isla desierta del Océano Pacífico. (FILMAFFINITY)
26 de febrero de 2015
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así es: Lee Marvin junto al gran Toshiro Mifune protagonizan este thriller psicológico ambientado en una isla desierta en el océano Pacífico durante el ocaso de la Segunda Guerra Mundial. La película de John Boorman funciona muy bien a lo largo de prácticamente toda la historia; con una tensión que no afloja. Las actuaciones de Marvin y Mifune convencen, además de contar con una locación paradisíaca -la isla de Palau- que emula ser el mismo infierno con toda la belleza natural que por las circunstancias pasa desapercibida.

El gringo y el japonés, una exquisita dualidad

Por un lado tenemos a Lee Marvin quien encarna a un gringo de lo más canalla, poco habilidoso, bastante inútil pero muy astuto. Y por el otro, a Toshiro Mifune que es la perfecta caricatura del virtuosismo japonés: meticulosidad, perfeccionísmo, ingenio y técnica. Tanto el gringo como el japonés encuentran en una isla completamente desierta -si no fuera por el otro- en las entrañas mismas del océano Pacífico. Si bien no se explica cómo terminaron allí, poco importa. Allí están e inmediatamente surge la pregunta: ¿podrán convivir o estarán destinados a continuar la guerra que los dejó en esa situación?

Lee Marvin lo hace genial. No hay mucho que decir. Y respecto a Mifune debo destacar que estamos frente a un actor de categoría. Completamente a la par con Lee Marvin. No estamos en lo absoluto frente a un Mifune diferente del que estamos acostumbrados a ver en las películas de Kurosawa. Sigue siendo el mismo engreído, taciturno y posero de siempre pero esta vez no luciendo katanas ni personificando samurais. Se trata de una nueva faceta de Mifune como actor de Hollywood (en concreto su segunda película en la industria) que no flaquea precisamente porque se le abordó con tacto; el acierto aquí está en que no se le impone hablar en inglés por lo que no pierde su impronta. Así que Mifune sigue siendo el mismo gritón descompensado de siempre y eso se agradece.

Una historia de límites y lenguaje

Un concepto interesante y que se mancilla durante toda la historia es el espacial. Limites y barreras. Límites como la posesión de ciertas partes de la isla; barreras, como la incomunicación propia de lenguajes ajenos que no se entienden. Limites que provocan conflicto. Conflictos que se traducen en hurtos y persecuciones. Barreras que impiden conocerse. Límites que contienen soledad y desesperación.

De alguna manera tanto el gringo como el japonés lo único que verdaderamente anhelan es combatir la soledad con un poco de humanidad. Por más guerra que se curse en el mundo, ambos se necesitan. Se buscan para evitar la demencia. Y lo hacen más que como militares como niños que juegan a ser militares. Cada uno con su refugio, con sus trampas y armamento hecho con una que otra ramita del lugar. Cada combatiente con su respectiva casa club. Con tácticas llenas de astucia y precariedad.

Lo que hace brillante a esta película es el tratamiento que se le da al lenguaje. Dos actores. nada más. Y cada uno con su idioma. Surgen por lo mismo monólogos que aspiran a ser diálogos. No hay entendimiento. De nada sirve hablar. Y aquí lo genial: crea una doble complicidad con el espectador. El espectador pasa constantemente a situarse en la desesperación de cada uno. La frustración se manifiesta por la falta de entendimiento entre ellos, y el espectador todo lo entiende. Y lo disfruta desde la distancia. Omnisciencia en su máximo estado de pureza.

La temporalidad también es tratada con genialidad. ¿Qué tanto avanza el tiempo en situaciones como esa? La noción se pierde, sin duda. Ya no se trata de segundos, minutos y horas. Tienes todo el tiempo del mundo pero retrocediendo en una mortal cuenta regresiva: El agua escasea, los alimentos también. ¿Y qué hace John Boorman para reflejar esa idea y a la vez darnos temporalidad a nosotros, los espectadores? ¿Cómo sabremos cuánto tiempo llevan? Simple: por sus barbas. Así, con este elemento tan natural no solo nos indica el paso de los meses sino además refleja la fatiga y en definitiva los estragos de encontrarse en una situación así. Más claro imposible: los personajes van madurando con la historia.

Lo único malo de Infierno en el Pacífico es el final porque da la impresión de que se quedaron sin plata o que una irremediable lucha de egos fue la causante de tal atrocidad. Pero nada de eso. Nuevamente los productores -como en tantas otras ocasiones- fueron los culpables. El final no les gustó y optaron por poner una escena sin actores de la película cómica The party, protagonizada por Peter Sellers. Así de burdo. ¿Cómo lo ven? En todo caso en internet se puede encontrar el final alternativo, pero que termina por ser un remedio peor que la enfermedad ya que la enfermedad en este caso resulta hilarante únicamente como consecuencia de dejar una evidente sensación de estupefacción que te deja incapaz de reaccionar. Pese a que lo anterior podría parecer sentencioso, no es así: estamos frente a un tremendo peliculón digno de ser visto, re-visto y recomendado.
wambo
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