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México México · Guadalajara, Jalisco
Voto de Sergio Espinoza:
8
Drama. Comedia Es la última noche del verano de 1962, y los adolescentes de Modesto (California) quieren divertirse antes de afrontar sus responsabilidades como adultos. Así que todos salen esa noche para beber, ligar, pasearse en coche, ir a la bolera o bailar un rato... (FILMAFFINITY)
23 de marzo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo una época en la que un grupo de jóvenes estudiantes de cine norteamericanos tomaron por asalto a la industria y la reconfiguraron a tal grado que hoy día es prácticamente imposible imaginar un universo en el que el cine no fuese un fenómeno comercial de masas. Estos jóvenes, compañeros de aulas además, no son otros que Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Steven Spielberg y George Lucas. Tamaño calibre de nombres. Hubo un día, pues, antes de "E.T."o de "Goodfellas", o de "Star Wars". Inclusive antes de "The Godfather". Un día en el que estos singulares muchachos idearon historias honestas y sencillas, sin la presión que supone la ganancia en taquilla y dieron al mundo un puñado de excelentes cintas. En esta lista cabe, por supuesto, la película de la que hablaré, American Graffiti.

Con la ayuda económica que supuso la ganancia taquillera de "The Godfather" de Coppola (que mantenía una sociedad con Lucas a través de la productora American Zentrope), el genio de Modesto, California, ideó, escribió, produjo y dirigió esta gran historia sobre la adolescencia y sus vicisitudes, basándose en sucesos reales que le sucedieron a él y a un conjunto de amigos de su infancia en su pueblo natal, a principios de la década de 1960. Peinados engominados, vestidos de corte tweed, carreras de vehículos, charlas cotidianas, flirteos sexuales, bailes de graduación y la búsqueda de la identidad, bien que mal desfilan por la pantalla en una noche de verano en una población local del oeste norteamericano.

George Lucas compone un guión coral, en el que el hilo conductor es siempre el personaje de un jovencísimo Richard Dreyfuss, quien se enfrenta al dilema clásico de la adolescencia: volar del nido para crecer o mantener viva la utopía del sedentarismo nostálgico, nudo dramático que, suponemos, fue el que experimentó el propio director al salir en búsqueda de su sueño en la Meca del cine. Con un tono ciertamente ligero pero con transiciones dinámicas y un ritmo coherente, la historia se va desarrollando ante nosotros como un variopinto tapizado de situaciones e hilaridades, que van de las más cursis y ñoñas a las francamente divertidas y desafiantes.

Particularmente, destaca las subtrama de John (el arquetipo que más de diez años antes hiciera famoso James Dean en "Rebel Without a Cause", correctamente interpretado por Paul Le Mat), que despreocupadamente va en su Cadillac por el pueblo, dispuesto a batirse en una carrera mortal con cualquiera que se le cruce enfrente. John encuentra, no obstante, a una núbil y grácil chica que pondrá a prueba sus más palurdos y naturales instintos misóginos. Y, por supuesto, la enigmática carrera que Curt (Dreyfuss) persigue para descubrir a la despampanante rubia que flirtea con él desde un vehículo cercano y que le ocupa prácticamente toda la noche, utilizada como metáfora de manera inteligente por Lucas, para representar con un símbolo sexual la liberación de las ataduras cansinas de nuestro protagonista.

Las demás historias, si bien terminan de tejer el policromático cuadro final, no logran cuajar del todo, en parte por las tenues divergencias en el guión, en parte por la poca calidad histriónica de los secundarios (Ron Howard, como escribió alguien por ahí, es casi tan mal actor como director), pero es indudable que el conjunto total de la obra es firme y logra el cometido de involucrar al espectador en el universo particular de lo que se cuenta.

Ése es, en mi opinión, el mayor mérito de American Graffiti: a través de un impecable trabajo de escritura y de diseño de producción, logra componer un universo narrativo entrañable, un lugar en el que todos quisiéramos haber estado. Ocurre poco en el cine, acaso Fellinni y Coppola lo bordan en "Amarcord" y "The Godfather", que, como espectador, nos vayamos al tintero con una sensación de nostalgia incomprendida, puesto que Modesto (como Amarcord y Corleone) no pertenecen ni de lejos a nuestro imaginario colectivo latino. A eso es a lo que se le llama poder de disuasión cultural. El cine lo tiene. Y George Lucas después lo llevaría a un nivel estratosférico, con su fantástica opereta espacial.
Sergio Espinoza
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