Nunca he sido muy aficionado al cine político, quizás sea por su tendencia al maniqueísmo y al aleccionamiento ideológico (o quizás por mi tendencia al escepticismo). Pero "Desaparecido" es una de las excepciones. En ella presenciamos las tribulaciones de Jack Lemmon y de Sissy Spacek en la búsqueda de una persona desaparecida durante el golpe de estado del general Pinochet. De salida ambos parecen muy diferentes en lo que a ideología se refiere: él es un empresario americano de mentalidad conservadora y defensor del orden establecido en su país; ella representaría a una mujer idealista de izquierdas afín al gobierno de Allende. Sus diferencias se verán neutralizadas cuando les una el objetivo común de encontrar a un ser querido.

Lo más interesante de la película es que Costa Gavras elude el maniqueísmo al reflejar las contradicciones ideológicas de ambos, papeles que representan de forma soberbia J. Lemmon y Sissy Spacek. Si alguien al ver en los títulos de crédito de "Desaparecido" a Lemmon sintiese cierto recelo, al ser un actor encasillado en papeles de comedia, se llevará una gran sorpresa con el recital interpretativo de este gran actor. Los registros dramáticos que es capaz de trasmitir al espectador (angustia, miedo, rabia, esperanza, desasosiego, frustración...)
lo confirman como uno de los mejores actores de la historia del cine.

También reseñable es la red burocrática con la que chocan ambos y que les irá poniendo piedrecitas en el camino a la hora de buscar a ese ser querido. El descubrimiento, por parte de ambos, del papel que jugó en el golpe de estado su propio país, les hará, sobre todo en el caso de Lemmon, poner en tela de juicio la visión que tenían de Estados Unidos.

En resumen, cuando una película como "Desaparecido" nos ofrece tanto, el género cinematográfico al que pertenece pasa a ser algo secundario.