Menuda joyita del cine español.
En la más pura tradición del cine quinqui, realismo social o picaresca Daniel Guzmán y su equipo se ha marcado una gran película llena de emociones, dramatismo, aventura, ternura, cinismo, amistad y compasión.
Guzmán traslada su propio guión a la pantalla basándose en un puñado de personajes espléndidamente definidos y acompañado de actuaciones soberbias, aunque alguno, de muchísima edad, no interprete sino que hace de sí misma.
Los diálogos encajan con maestría en cada uno de los personajes sin dejar respirar al espectador por no perderse una expresión.
El realismo callejero, sin ser las escenas de un Richard Linkleter en Slackers , la nueva ola francesa o Los chicos de Marco Ferreri, es decir con aquel romanticismo de lanzarse a la calle sin permisos municipales grabando cámara en mano, siguen teniendo ese halo de frescura a medio camino de aquellas y las de producciones demasiado artificiales.
Ha dejado Daniel Guzmán tan alto el listón en esta su primera entrega larga que en su segundo trabajo es fácil que haga tres nulos sin poder llegar a esta gran marca.