Lo que podría ser una película más sobre secuestros, se convierte en una pieza de orfebrería donde engarzan las escenas cuidadosamente elaboradas con una dirección magistral coreográfica donde los actores, actrices se mueven y ocupan su sitio en el encuadre, justo en el momento que coinciden diálogos para realzar el dramatismo del suceso.
Esa primera parte de la película, a modo de escenario teatral, mantienen la tensión de esa difícil decisión que tiene que tomar el empresario además de por lo antes dicho por la gran interpretación de los personajes.
Se consigue que el espectador observe esa pieza teatral del arranque de la película, como si fuera uno de los policías que respetuosamente escuchan demostrando vergüenza con solo expresiones, ángulos de cámara en un salón de atrezo minimalista que destaca la atención a todo lo que se mueve en él.
No se queda la obra en algo destinado a cinéfilos recalcitrantes, mantiene la tensión, la acción, la intriga, la curiosidad de las pesquisas y la resolución del secuestro como factor principal en un nivel que se impone antes que lo artístico.
Cuando se unen el cine de autor, sin que se le vaya la mano al director de turno, con el cine de entretenimiento dan a luz películas tan recomendables como esta.