Lucía Bosé se destapa como mujer fatal, borda el personaje, podría pasar por cualquiera de las lánguidas musas de Hitchcock aun sin ser rubia.
Otro que no se queda atrás es el secundario Carlos Casaravilla, un intruso en la alta sociedad resentido que se hace odiar por su magnífica interpretación. Que poco se les reconoce a estos secundarios y cuanto pueden mejorar la obra.
La sospecha, el suspense, la traición o el arrepentimiento penetra en el espectador, Bardem consigue esa atmósfera con diálogos a media voz, comentarios jocosos con intención. el gris opresivo de las tomas en exteriores, primeros planos de expresiones elocuentes, incluso con esas tomas callejeras en contraste con la vida de esparcimiento que llevan los personajes.
El contexto ambiental y paisajístico está conseguido con creces aparte de revelador para la historia desde el arranque con Lucia Bosé vestida de Dior bajando de un coche en dispar oposición al amanecer en una solitaria carretera comarcal en medio de un páramo de árboles raquíticos con el aplastante plomizo grisáceo del cielo al paisaje urbano de las corralas con todos esos niños y vecinos cruzándose con Alberto Closas.
Me llama la atención que un par de escenas que se desarrollan en el hipódromo de la Zarzuela y en la pista de tierra de atletismo de la ciudad universitaria hayan podido sobrevivir a la especulación y esquivado la bola de demolición pudiéndose disfrutar hoy en día.
No descarto que algún día pueda aparecer una copia sin censura o incluso que en la sala de montaje con todo el material y el guion original se pueda pergeñar un final más acorde con lo que su director quería, en cualquier caso no hay excusa es obligatorio verla, simplemente por el disfrute de esta joyita del cine de aquellos años.