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Voto de Gabriel Ufa:
8
30 de diciembre de 2020
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela que escribe Alejandro Dumas hijo con sólo 23 años, muestra de su talento, podría ser la mejor película de George Cukor que rueda en la década de los 30. La Metro Goldwyn Mayer vivía sus mejores años (1936).
Es una película de estudio, con un diseño de vestuario y unos decorados impresionantes, ambientada en 1847, con una Greta Garbo esplendorosa, quizá en su mejor momento.
Durante la película se me iban ocurriendo adjetivos: brillante, luminosa, espectacular, guapísima, radiante, reluciente, …verdaderamente increíble.
Greta Garbo consideró ésta su mejor interpretación. Su romance con la cámara es total. Su seguridad ante la cámara es pasmosa. La fotografía, encaminada a exaltar su belleza es excelente Consiguió una nominación al Oscar por esta interpretación pero no lo consiguió.
La ganadora fue Luise Rainer por “La buena tierra”, film que también le arrebató el premio a Mejor Fotografía , que fue para Karl Freund (autor de la fotografía también de “Metropolis”, “Dracula” o “Cayo Largo”)
Cukor tiene la rara habilidad como director de que su cámara sea invisible, su estilo, por decirlo así, en favor de los actores y actrices y sus diálogos. Se le puede achacar, no sin razón, de estático y teatral, dejando para otros los virtuosismos técnicos, pero teniendo como en esta ocasión a la divina Garbo en estado de gracia, es poco menos que indispensable, y desde luego lo más inteligente, convirtiéndose esto en toda una virtud.
La sola presencia de Greta Garbo inunda la pantalla, no necesita más. Además, los barrocos decorados palaciegos del París del siglo XIX, majestuosos, y el formidable vestuario hacen el resto.
El reconocido y merecidísimo pulso de Cukor con las mejores actrices (Katherine Hepburn, Judy Garland o Joan Crawford) es claramente palpable. Pero aquí todos los actores están espléndidos. Qué decir de la vieja chismosa y arpía (Laura Hope Crews) o uno de las mejores actuaciones de Robert Taylor (si no la mejor).
En definitiva, una de las cumbres del melodrama. Inmortal Greta Garbo.
Es una película de estudio, con un diseño de vestuario y unos decorados impresionantes, ambientada en 1847, con una Greta Garbo esplendorosa, quizá en su mejor momento.
Durante la película se me iban ocurriendo adjetivos: brillante, luminosa, espectacular, guapísima, radiante, reluciente, …verdaderamente increíble.
Greta Garbo consideró ésta su mejor interpretación. Su romance con la cámara es total. Su seguridad ante la cámara es pasmosa. La fotografía, encaminada a exaltar su belleza es excelente Consiguió una nominación al Oscar por esta interpretación pero no lo consiguió.
La ganadora fue Luise Rainer por “La buena tierra”, film que también le arrebató el premio a Mejor Fotografía , que fue para Karl Freund (autor de la fotografía también de “Metropolis”, “Dracula” o “Cayo Largo”)
Cukor tiene la rara habilidad como director de que su cámara sea invisible, su estilo, por decirlo así, en favor de los actores y actrices y sus diálogos. Se le puede achacar, no sin razón, de estático y teatral, dejando para otros los virtuosismos técnicos, pero teniendo como en esta ocasión a la divina Garbo en estado de gracia, es poco menos que indispensable, y desde luego lo más inteligente, convirtiéndose esto en toda una virtud.
La sola presencia de Greta Garbo inunda la pantalla, no necesita más. Además, los barrocos decorados palaciegos del París del siglo XIX, majestuosos, y el formidable vestuario hacen el resto.
El reconocido y merecidísimo pulso de Cukor con las mejores actrices (Katherine Hepburn, Judy Garland o Joan Crawford) es claramente palpable. Pero aquí todos los actores están espléndidos. Qué decir de la vieja chismosa y arpía (Laura Hope Crews) o uno de las mejores actuaciones de Robert Taylor (si no la mejor).
En definitiva, una de las cumbres del melodrama. Inmortal Greta Garbo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El final, una de las mejores muertes de la gran pantalla.
La sensación de languidez, la falta de fuerzas, cuando se cae, o el primer plano de ella justo antes de morir es antológico.
Otras escenas importantes son la conversación con su “suegro” (Lionel Barrymore). Aquí su pena es desgarradora, y a pesar de todo transmite una dignidad encomiable.
Aunque es puro melodrama, no falta el humor en la fiesta, excelentemente rodada, con los invitados desmadrándose, incluso llevándose las sobras cuando son despedidos.
La transformación de Greta Garbo también es impactante. Cuando se enamora de Armand (Robert Taylor) cambia su rostro, su mirada, incluso su peinado. Su vestuario también se va ajustando a los distintos estados emocionales. Suele ir de blanco radiante cuando está con Taylor, mientras que utiliza vestidos negros cuando está con el Barón (Henry Daniels), y con trajes grises en momentos intermedios de la historia.
La sensación de languidez, la falta de fuerzas, cuando se cae, o el primer plano de ella justo antes de morir es antológico.
Otras escenas importantes son la conversación con su “suegro” (Lionel Barrymore). Aquí su pena es desgarradora, y a pesar de todo transmite una dignidad encomiable.
Aunque es puro melodrama, no falta el humor en la fiesta, excelentemente rodada, con los invitados desmadrándose, incluso llevándose las sobras cuando son despedidos.
La transformación de Greta Garbo también es impactante. Cuando se enamora de Armand (Robert Taylor) cambia su rostro, su mirada, incluso su peinado. Su vestuario también se va ajustando a los distintos estados emocionales. Suele ir de blanco radiante cuando está con Taylor, mientras que utiliza vestidos negros cuando está con el Barón (Henry Daniels), y con trajes grises en momentos intermedios de la historia.