Todo es idílico. Una pequeña casita en Suecia en un entorno privilegiado. Escenarios blancos de nieve, una pareja que se quiere. Así de elegante comienza “El americano”, uno de los títulos con un principio más sorprendente e inesperado.

George Clooney, en una de sus mejores actuaciones, es un fino, sigiloso y frío asesino a sueldo que debe desaparecer una temporada en un tranquilo pueblecito de los Abruzos italianos.
Casi como la meticulosidad de su protagonista, Anton Corbijn, y con evidentes referencias al siempre reivindicable Jean Pierre Melville ("El silencio de un hombre"), va desgranando paso a paso, pieza a pieza, a Jack, el misterioso americano que apenas habla y se relaciona lo menos posible. “Y sobre todo, no hagas amigos. Antes no fallabas”, le recomienda su contacto, casi siempre vía telefónica.

En su vertiente técnica, la película es un prodigio. Elegante, pausada, se toma su tiempo en su particular descenso al infierno de Jack. Se la acusa de fría, sin alma. ¿Tiene alma Jack? No lo parece, al menos hasta que aparece Violante Placido, a cuya belleza, mostrada explícitamente, pudiera caer rendido hasta el hombre más sexy del planeta.

Los elementos de cine negro como asesinos, violencia y persecuciones combinados con momentos de pura búsqueda de placer sexual y la meticulosidad con que Jack ejerce su profesión, con momentos de soledad absoluta, sin descuidar nunca su preparación física, conforman un buen cocktail que Corbijn sabe mezclar, que no agitar, para ir buscando el “in crescendo” en la intriga, dosificada en sabias raciones.

Quizá donde patina un poco es en los secundarios. No en el padre Benedetto, pues aunque pueda resultar un poco artificiosa su aparición es un buen contrapunto a Jack, empeñado en ayudar a alguien que no necesita redimirse, porque ni siquiera piensa en ello; la coraza sigue sin abrirse, el que esté libre de culpa que tire la primera piedra.
Sí, en cambio, es más que discutible la profesionalidad de los asesinos, cuya actuación pueda no ser del todo convincente, en una resolución que no acaba de ser todo lo redonda que quisiera, a excepción de los últimos planos de Clooney.

A algunos se les puede atragantar el estilo pausado, pero es preferible ir deshojando las capas poco a poco, con buen hacer y mejor proceder, que quedarse sin argumentos a mitad del viaje.
Sabia elección de Clooney y gran actuación. Sostiene todo el film prácticamente solo, sin artificios, con muchos silencios y grandes dosis de elegancia.