Se podría escribir un libro enorme con las peliculas que en los últimos tiempos han echado a perder gran parte de sus méritos pensando en la sorpresa final. Y ésta tendría un capítulo en él. Es cierto que los valores que demuestra a lo largo del film como una atractiva arrítmia narrativa, una cierta falta de pudor y rebeldía en sus formas y unas buenas interpretaciones hacen que permanezca lo bueno sobre las carencias. Esas carencias que vienen de un guión que no consigue sobrepasar la sensación de intrascendencia, es decir, de historia bien contada pero sin mucha carne por más que nos vendan un rollo zen en algunas partes. No obstante es una película recomendable con un Matt Dillon en un papel que le viene como anillo al dedo.