"Elegy" es una película que se debate entre dos lados opuestos de una balanza, de un lado su primera mitad cargada de un halo romántico, melancólico, con campo para captar ciertas emociones de forma cadenciosa, amable... y de otro una segunda mitad que entra de lleno en el terreno del sopor dramático en fase de depresión clínica. Así, la película, que por momentos parece no tener material no es que no lo tenga es que no alcanza la necesaria profundidad para que sobresalga todo ese potencial de la historia. Nos quedamos pues, a medias, con un buen Ben Kingsley, una suficiente Penelope Cruz (lo cual ya es decir mucho a su favor) y un ocasional Dennis Hopper sin mucha carne en el guión. Coixet en cambio con el tiempo ha ido dosificando y reduciendo su pretenciosidad autoral que alcanzó la cima en su abominable "Mi vida sin mí" auténtico tour de force de mirarse al ombligo, que casi pasó inadvertida en su más acertada "La vida secreta de las palabras" y aquí, tal vez sea porque ni la historia ni el guión es suyo está más contenida y en pocos momentos aparecen sus consabidos trucos emocionales en la verborrea y en la imágen. Pero queda la sensación de que "Elegy" es un film cuesta abajo, en caída libre, de los que esperas algo, un quiebro final sea de historia, realización o lo que sea, pero que no llega. Nuestra emoción por tanto, a medias.