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Voto de Edu Mannix:
10
Comedia. Drama. Romance Isaac Davis, un neoyorquino de mediana edad tiene un trabajo que odia, una novia de 17 años a la que no ama y una ex esposa lesbiana a la que desearía estrangular, porque está escribiendo un libro en el que cuenta las intimidades de su matrimonio. Cuando conoce a Mary, la sexy y snob amante de su mejor amigo, se enamora perdidamente de ella. La idea de dejar a su novia, acostarse con Mary y abandonar su trabajo supone para él el ... [+]
3 de octubre de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años 70, el cine de Woody Allen tomó una deriva que le ha aupado a una posición privilegiada entre los aficionados al cine de los últimos 40 años.
Curtido en el stand-up comedy y entusiasta de los Hermanos Marx, Woody Allen fue, desde su estreno como director con “Toma el dinero y corre un buen dinero”, un buen autor que escribía y dirigía películas en que los guiones parecían anteponer las ocurrencias más divertidas y los chistes a la profundidad de la historia.
Annie Hall parece aventurar un cierto cambio de rumbo dotando a un inteligente guion repleto de pequeños gags y ocurrencias divertidísimas de una carga intelectual y psicológica de la que el autor parecía haber prescindido hasta entonces.
Manhattan supone un paso más en este camino y, al mismo tiempo, la consagración definitiva de su autor.
Finalmente, Interiores completa la evolución elaborando un drama de profunda carga psicológica de influencia bergmaniana despojado ya de la influencia del stand-up comedy en que el neoyorquino se formó.
El cine que el autor facturó en los años 80 (y con el que esto escribe menos se identifica) profundizó en esta dirección con películas como “Hanna y sus hermanas”, “Otra Mujer” o “Delitos y Faltas”.
Desde entonces, y pese a existir notables excepciones, el cine de Woody Allen ha parecido debatirse entre lo que gran parte de la crítica ha clasificado como películas mayores y películas menores de Woody Allen.
Si, particularmente, prefiero Manhattan de entre toda su filmografía es porque parece reunir las mejores cualidades de ambos estilos.
Manhattan es, en esencia, una comedia romántica en la que Isaac Davis (el personaje interpretado por Allen) mantiene una relación con una adolescente de 17 años (Mariel Hemingway) notablemente madura para su edad. Al mismo tiempo, el mejor amigo de Isaac mantiene una relación extramatrimonial con María (Diane Keaton) e Isaac tiene que luchar para que su ex mujer no publique un libro sobre su experiencia marital que no le deja en un gran lugar.
Isaac no parece tomarse en serio su relación con Tracy debido a la corta edad de ésta y al mismo tiempo, se siente profundamente atraído por María (a quien, sin embargo, comienza detestando) quien no termina de asentar su relación debido a que su amante no quiere dejar a su mujer y, a partir de esa premisa, los encuentros y desencuentros amorosos se suceden a lo largo de la película.
Al mismo tiempo, Manhattan es una película sobre la inseguridad profesional y, en cierta medida, económica. Harto de su trabajo poco satisfactorio en la televisión, Isaac acaba renunciando al mismo para dedicarse al que es su ilusión personal desde hace años (escribir una novela) mientras su mejor amigo, quien siempre habla de su ilusión por escribir una novela, acaba renunciando a ello en pos del trabajo seguro y la abundancia económica.
Asimismo, Manhattan es una comedia sobre los intelectuales neoyorquinos. Si bien buena parte de sus detractores reprochan el aire aparentemente elitista de la película, la mirada del director es profundamente crítica con estos intelectuales, como se plasma con gran brillantez en la escena en que un Isaac desesperado no puede comprender como María califica como sobrevalorados a artistas consagrados de la talla de Scott Fitzgerald.
En último lugar, y probablemente más importante, Manhattan es una oda a la ciudad de Nueva York. En el libro “Conservaciones con Woody Allen” de Eric Lax, el cineasta cuenta como siempre se sintió en la necesidad de mostrar en sus películas Nueva York en todo su esplendor y cómo trató de sublimarlo en esta película; a partir de la cual no sintió la necesidad de transmitir dicha imagen que entendía realizada.
En consecuencia, en el que, posiblemente, es el más logrado trabajo artístico del director, la preciosa fotografía en blanco y negro de Gordon Willis se alinea con la maravillosa música de George Gershwin para lograr un ritmo dinámico y veloz que, sin embargo, se permite la pausa necesaria para saborear cada escena.
Por último, merece la pena destacar los diálogos que pueblan la película de conversaciones ingeniosas algunas de las cuales permanecen en la memoria durante muchos días después del visionado. (“Nunca he tenido un orgasmo que no fuera el adecuado. El peor que tuve fue uno que me costó dinero”).
Y sí, yo también seguiría enamorado de Tracy.
Edu Mannix
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