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España España · Madrid
Voto de Huppert:
10
Drama. Romance Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) es un ex-figurante de cine admirador de Bogart. Tras robar un coche en Marsella para ir a París, mata fortuitamente a un motorista de la policía. Sin remordimiento alguno por lo que acaba de hacer, prosigue el viaje. En París, tras robar dinero a una amiga, busca a Patricia (Jean Seberg), una joven burguesa americana, que aspira a ser escritora y vende el New York Herald Tribune por los Campos ... [+]
18 de marzo de 2007
34 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un arranque de odio realmente profundo y perverso, pero no por ello injustificado en cierto sentido, un Jean Paul Belmondo traicionado y derribado en el suelo llama asquerosa a Jean Seberg. Ese gesto desesperado, de rabia y de impotencia es absolutamente sublime. En principio no debería tenerse demasiada simpatía al personaje de Belmondo, no al menos desde el punto de vista de lo correcto, la normalidad y la anodina moralidad, sin embargo sí que ejerce en nosotros esa cierta atracción canalla de los chicos malos del celuloide de los que, por otra parte, él es probablemente el gran percusor y el gran heredero gracias al personaje creado por Godard e improvisado en gran medida por él mismo.
James Dean nunca será tan parte del mundo real por mucho que transgrediera el mojigato modo de vida norteamericano en su breve filmografía. Belmondo es diferente, muestra un personaje curtido por la vida, un tramposo, un superviviente sin escrúpulos ni reparos a la hora de hacer aquello que sea necesario para sobrevivir. Por eso nos sentimos más identificados con él, con sus celos, su desesperación y su necesidad de confiar en los demás para poder seguir adelante, aunque sepa en el fondo que son tan poco dignos de confianza como él mismo. Nos creemos su forma de sujetar el cigarro de forma chulesca, la mirada descreída y los labios voluptuosos repasados una y otra vez por el dedo pulgar en un gesto ya mítico que desgraciadamente la ignorante mayoría atribuye al chico de Martini.
Es posible comprender del mismo modo la manera de actuar de Seberg, pero creo que al final (al menos en mi caso) somos más Belmondo, tal vez porque somos poco conscientes de todas las veces en que hemos sido traidores como ella mientras que jamás olvidaremos todas y cada una de las veces en que habiendo sido traicionados gritamos desde el suelo ¡asqueroso! a la espalda inalcanzable del traidor.
Huppert
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