Ligera decepción, quizás esperaba un trolebús arrasando mi morada, o contemplar a unabomber haciéndome unas setas a la plancha.

Lo cierto es que empieza bien esta radiografía decadente, este brindis de dolor infinito y degradación.

Un contundente Jimmy Estaca Duggan consigue introducirte en el ring y su presencia abarrota la pantalla, sin embargo, más pronto que tarde, la sombra de Cagarritu planea la función, y cuando Cagarritu asoma su clavel, hay que prepararse para huir en pelotas con la bayoneta en la mano.

Veo esbozos, retales, dibujos a mano alzada, y Vinilo parece insistir más en personajes que en película, ya no sólo por su tono previsible sino por su presumible dureza desencajada avanzando a trompicones, llegando a combinar secuencias poderosas con sonrojantes o bochornosas.

No tengo dudas, la inmensa bola mantecosa desluce la cinta, protagonizando incluso una secuencia tributo a Desmadre a la Americana en un gimnasio.
Por otra parte el hermano de Estaca contribuye también a sumar gastos, el cristo de los gitanos con aroma a Simply Red repele la cinta y se echa en falta más Estaca, más magnum 45.

Estamos ante otra película que se sienta esperando ser felicitada, aunque cumpla mínimamente.

Se despide desde el Bronx.
Hleb, con Hache, el hermano de Martín.